miércoles, 14 de noviembre de 2012

DIONISO, UN DIOS POPULAR

NACIMIENTO E INFANCIA DE DIONISO
Sémele, hija de Cadmo y Harmonía, quienes reinaban en Tebas, era a menudo visitada por Zeus en palacio. En cierta ocasión, Zeus le prometió a Sémele que le daría todo lo que pidiera haciendo un juramento sagrado, lo cual aprovechó Hera, la esposa celosa de Zeus para presentarse ante  Sémele disfrazada de nana de Sémele, quien era de su total confianza y le preguntó sobre si estaba totalmente segura que era Zeus, y así le sugirió que para demostrárselo le pidiera la próxima vez que se mostrara con todos sus tributos (que como sabemos son los rayos y relámpagos). Así lo hizo, y Zeus, tuvo que aceptar, acabando así con la vida de la muchacha. Pero una hiedra se interpuso en el vientre de Sémele, y evitó la muerte del niño que llevaba en su interior, al cual Zeus recogió y lo encerró en un muslo. Tres meses más tarde, Ilitia, ayudó al nacimiento de Dioniso o Ditirambo que así fue llamado por ser el “dios nacido dos veces”. 

Ante este nuevo escarceo de Zeus, la celosa Hera decide tomar represalias contra el recién nacido, y así se pone en contacto con los Titanes a quienes ordena que den un implacable escarmiento. Hera pide que se de prioridad a este encargo y así se ponen enseguida en marcha dirigiéndose a los aposentos de la criatura. Tras raptarlo, lo despedazan y ponen todos los pedazos en una olla al fuego, como si se tratase de un guiso, y lo dejan hervir para destruir totalmente los restos del niño, de modo que nadie pudiese encontrar parte sana del crío asesinado, ni obrar con sus desaparecidos trozos ningún prodigioso milagro que permitiese su reconstrucción. Todo lo que quedó fue un granado que brotó al pie del lugar en donde fue desmenuzado el cadáver, un granado que había germinado con la sangre inocente que regó el suelo. Pero sí que hubo un testigo, la abuela Rea. Cuando los Titanes abandonaron el lugar, considerando que ya habían terminado su trabajo, la buena de Rea se puso de lleno a recuperar los fragmentos de su  nieto, y con ellos logró darle una forma aproximada a la que en vida había tenido. Así Rea consiguió recuperar a su  nieto vivo y llamó después a su padre para que lo pusiese a salvo. 

La educación de Baco
A ESCONDIDAS DE HERA

Para esconderlo de la furia de Hera, Zeus puso al renacido Dioniso en manos de Perséfone, la moradora de las tinieblas, la misma que había recibido ya otras encomiendas parecidas, y que tan problemáticas habían resultado. Perséfone pasó a la responsabilidad a cargo de Ino, hermana de Sémele, y su esposo Atamante, para que lo cuidaran en su reino de Orcomenes, escondiéndolo entre las niñas. 

Cuando Hera conoció la noticia hizo que Atamante enloqueciera y diese muerte a un supuesto ciervo que en realidad era su hijo Learco. Otra versión cuenta que fue Ino, quien enloquecida, tuvo que salir huyendo de su marido con su hijo en brazos, hasta que llegó al mar y se zabulló, salvando un delfín al desventurado Learco y quedando su madre como patrona de los marinos antes las tormentas. 

De nuevo Zeus tuvo  que recoger al pequeño y en esta ocasión lo llevó a Nysa, donde fue entregado a las ninfas  Macris, Nisa, Erato, Bromia y Baque, hijas de Atlas quienes lo alimentaron con miel y fue transformado en cabrito para evitar el ser reconocido por Hera.  Las ninfas fueron compensadas siendo transformadas en constelaciones, llamadas Híades.
Las ninfas le enseñaron Bellas Artes, especialmente armonía y baile. Más tarde Isleño se encargó de su educación, al cual se le ha representado en numerosas ocasiones  en obras de arte y según la leyenda de él desciende los sátiros.


VIAJES Y AVENTURAS DE DIONISO

Dioniso vagaba por el mundo acompañado de su tutor Sileno y de un ejército de sátiros y ménades armados de tirsos, que son varas cubiertas de hiedra, con piñas de pino en la punta. Además llevaban serpientes, espadas y bramaderas. Danzaban enérgicamente bajo la influencia del vino.




Dioniso en Egipto

Llegó a Egipto, y se instala en la corte de Proteo de Faros. Al rey le lleva el vino como obsequio, y aprovechando su situación, se pone a trabajar desde Faros en la preparación de su primera campaña. Reedita para su causa a las amazonas de Egipto, amazonas combativas por naturaleza, que van a servirle de espléndida fuerza de choque. Con ellas y con la furia de la venganza, se lanza a la batalla contra los Titanes, a los que vence con facilidad.

Emulando a Alejandro, el dios cruza Mesopotamia, derrotando a todos sus adversarios, y llega hasta las Indias sometiendo la península a su poder, pero no sin haber dejado antes el recuerdo de su presencia, con el cultivo de la vid y el secreto del vino. Terminado su camino en los confines del este, decide el triunfal Dionisos regresar a Grecia, al centro del mundo. Pero su regreso no iba a ser fácil, pues sus anteriores aliadas, las amazonas, esperaban dispuestas para el combate en el Asia Menor, dando lugar a una guerra sin cuartel, de la que sólo unas pocas consiguieron huir y refugiarse en Éfeso.

En Tracia, Dioniso se topó con un peligroso enemigo: Licurgo, rey poco amado de esa tierra dura y hostil. Licurgo supo engañar a la tropa del dios, haciéndola caer en una emboscada dejando solo y sin defensa a Dioniso frente a él, que le atacaba con su hacha de doble hoja, dispuesta a acabar con su aventura militar. Dioniso se da cuenta de la dificultad de la situación y decide abandonar el campo de batalla refugiándose en el mar, en la morada de Tetis. De nuevo Rea, salió en ayuda de su nieto y liberó a sus soldados originales, al tiempo que enloquecía a Licurgo quien utilizó la terrible hacha contra su hijo, tomándolo por una cepa de vid, por esa planta representativa de Dioniso, y como tal, fue podando los miembros de su hijo Driante, como una burla de su afán por acabar con el dios. Cuando Dioniso salió de su escondite ya con su gente liberada y con la cruel muerte del hijo del rey, viendo la desesperación del pueblo tracio, el dios se apiadó de su desgracia, y les prometió que se repararía el daño causado por Licurgo con la maldición de las diosas. Bastaba, para que la tierra volviese a ser fértil, que se lavase con la sangre culpable de Licurgo. Se cuenta que los tracios, aprovechando el consejo divino, decidieron darle al odiado rey una muerte terrible. Arrojaron al demente entre los caballos salvajes y las bestias tardaron poco en descuartizarle en la cumbre del monte Pangeo. Se cumplió el deseo del joven dios, y las tierras volvieron a ser fértiles al tiempo que se deshicieron de un rey tan despiadado.

En tierras de Icaria

A partir de entonces, Dioniso tuvo como objetivo enseñar a los buenos hombres el cultivo de la uva y la elaboración de los vinos. Llegó hasta tierras de Icaria, donde su rey Icario logró el primer vino producido por los seres humanos gracias a las enseñanzas del dios. Entusiasmado por el éxito de la cosecha y el excelente sabor de sus caldos, Icario se fue por todo el reino invitando generosamente a sus súbditos. Bebieron en abundancia, y se empezaron a sentir sorprendidos por los extraños efectos que aquel vino les producía. Estaban alegres y confusos, sentían al mismo tiempo el terror del mareo creciente y la pérdida de visión, pero su euforia y pérdida de consciencia también aumentaban con el vino hasta el punto que llegaron a pensar que habían sido envenenados por Icario, y decidieron matar a quien les había embrujado así, el buen rey Icario. Tras cometer este crimen, los campesinos decidieron darle sepultura al pie de un pino para ocultar el hecho que conforme iban recuperando la conciencia sentían terror y vergüenza. 


Maira, la fiel perra del rey, asistió impotente a todo el macabro proceso, y viendo al amo enterrado, corrió en busca de su hija, a quien arrastró, tirando a mordiscos de su túnica, hasta la tumba de su padre. Allí comenzó la perra a excavar, hasta que apareció ante los ojos de la hija con brutal claridad, la razón de la desaparición de su pobre padre. Erígone, cayó entonces en desesperación, y en las ramas del mismo pino que daba sombra a la descubierta tumba de su padre, se ahorcó la joven. Quisieron los dioses que esta muerte se extendiera por Atenas como aviso del crimen que había quedado sin castigo, y por esa voluntad divina, otras muchas jóvenes, sin llegar ellas mismas a saber por qué lo hacían, se quitaban la vida simultáneamente ahorcándose sin razón conocida en muy distintos lugares de la ciudad, hasta que los dioses hicieron saber a los hombres a través de las revelaciones del Oráculo de Delfos, que Icario y su hija Erígone habían muerto por la injusticia de los campesinos, y era necesario que la venganza cayera sobre los culpables. Una vez descubierta la razón de esa ola misteriosa de suicidios, los ejecutores atenienses llegaron a tierras de Icaria, y dieron muerte a los culpables que habían asesinado a su rey Icario. Tras el castigo de los culpables, se instituyeron fiestas en honor a Erígone, en las que se conmemorarían para siempre las bondades del vino de Dioniso, el sacrificio de Erígone y el martirio de Icario, colgándose las jóvenes celebrantes simbólicamente de las ramas de los pinos, o de cualquier otro árbol robusto que hubiera en el lugar, como una festiva e incruenta rememoración del suceso que fue asa de esas fiestas dionisíacas.
Icario y su fiel perra, quien junto a Erígone descubrieron su cadáver, fueron transformados en  las constelaciones de Boyero, Virgen y una de las estrellas de la Canícula. 

En Etolia


Al llegar a Etolia, Dioniso fue recibido por Oneas, rey de Calidón y se enamoró de su mujer, Altea. De estas relaciones nació Deyanira. 

En Laconia, fue agasajado por Dión, su soberano, quien tenía tres hijas. La más joven se prendó de él, al igual que él se fijo en ella, pero las hermanas mayores, celosas, advirtieron al padre, ante lo cual, Dioniso las transformó en rocas y a su amada la convirtió en un nogal.

Su encuentro con los piratas


En  el camino de su visita a las islas del archipiélago, fue capturado por unos piratas tirrenos, quienes pensaron que era hijo de un rey, y que podrían obtener un buen rescate. Sin embargo, al querer atarle las ligaduras se soltaban solas. El piloto asustado, dándose cuenta que se trataba de un dios, pidió a sus compañeros  que le liberaran pero solo consiguió su burla, y largan anclas, contando ya con los beneficios que les va a reportar la venta de tan bellísimo esclavo. Dioniso observa divertido la escena y deja tranquilamente que pase el tiempo. Entonces comenzó a suceder una serie de acontecimientos: un vino delicioso y suave se deslizó por el navío, como si el mismo mar se hubiese transformado en vino y cubriera  la embarcación. El palo mayor de la embarcación se cubre de hojas de parra y de ramas de hiedra y ya no queda duda: los horrorizados piratas comprenden al punto que el piloto no había hablado en vano, que aquel joven maravilloso era un verdadero dios.  El dios convertido en león, se lanzó sobre el capitán destrozándolo a vista de sus secuaces. Se lanzaron al mar y se convirtieron en delfines, salvándose tan sólo el piloto, quien Dioniso dejó marchar en paz, para que sea él quien cuente a los hombres todo lo que ha visto y vivido, cómo el dios supo vencer a unos enemigos tan necios y cómo se rió de ellos y su maldad. 




Pero Dioniso también aprovecha la travesía y desembarca en Naxos.

Dioniso y Ariadna

Cuando llegó a Naxos, Dioniso encontró a Ariadna, quien Teseo había dejado en la isla dormida. Cuando la muchacha descubrió la partida de Teseo, se entregó a una tremenda desesperación. Pidió a los dioses que quienes le traicionaron recibieran un terrible castigo, y para ella, la muerte. Cuando se fue a arrojar al mar, Zeus se lo prohibió prometiéndole cumplir lo que le pidió y castigar así a los culpables. Pero a ella le aguardaba otro destino. Ariadna se convertirá en la esposa de Dioniso y celebrarán una ceremonia presidida por Himeneo, tras lo cual le seguirá una fiesta dionisíaca para celebrarlo. 

Al encontrarla, dormida sobre las arenas de la playa, le pareció tan bella que encargó al herrero olímpico, Hefesto, una corona de oro que fuera parecida a su belleza. Cuando la tuvo despertó a la hermosa Ariadna, y tras entregarle la diadema, le hizo su esposa. 
Entonces comienza a oírse las músicas del cortejo báquico y Zeus desaparece. Aparecen sátiros, ninfas, pastores y por último Dioniso, quien le promete su amor y su gloria. Ariadna le declara entonces su esposo y salvador. 

Comienza la celebración de la boda. Las Gracias visten a Ariadna de novia, y todos se regocijan con la felicidad de los amantes. Dioniso da la señal para que comience la fiesta báquica alzando la copa que le ofrecen, y durante la noche transcurren bailes y cantos. Cuando los amantes se quedan solos se oye el eco de las músicas de la fiestas y Ariadna y Dioniso se unen en un íntimo abrazo.



Su matrimonio fue feliz y se tradujo en la culminación de su complicada vida sobre la faz de la tierra. Con ella Dioniso tuvo a seis hijos: Enopión (rey de Chío), Toante (rey de la Taúrida), Estáfilo, Latramis, Evantes y Taurópolo.

Conquista de la India

Más tarde, Dioniso conquistó la India, tierras que sometió mediante sus encantamientos y poder místico. Todas las regiones se rindieron al ejército quienes empleaban pámpanos, troncos de vid y panderetas, y enseñó a sus habitantes el arte de la vinicultura. A partir de entonces se le representó con su cortejo triunfal: un carro tirado por panteras adornado con pámpanos y yedra mientras le acompañaba sátiros, silenos, bacantes y otras divinidades. Visitó también Egipto, Frigia, Mesopotamia  a orillas del Eúfrates y Tigris. En su vuelta  a Grecia, su aspecto se volvió más afeminado con una larga túnica y adornado con guirnaldas.

Dioniso en Tracia.

Sus ritos eran desenfrenados con lo que fue acogido con hostilidad  y desconfianza. El rey de Tracia, Licurgo se declaró contra él,  y busco asilo en Tetis en las profundidades del mar. Entonces, castigó a Licurgo, quienes hizo prisioneras a las Bacantes. Como castigo, extendió la esterilidad en el país  y enloqueció a Licurgo, quien despedazó a su hijo Drías, que creyó que era una cepa de viña. Esta crisis no acabó hasta que Licurgo fue sacrificado por orden del Oráculo, siendo conducido a la montaña Pangión, y atado a  cuatro caballos, fue descuartizado


DIONISO EN TEBAS


Más tarde, en Tebas fue rechazado por  el rey Penteo, hijo de Ágave,  hermana de Sémele. Penteo encarceló a Dioniso, quien se liberó de la prisión y enloqueció a Ágave, madre de Penteo y a las mujeres tebanas, que se fueron al monte Citerón a celebrar las fiestas en honor al dios. Mediante engaños, Dioniso convenció a Penteo a adentrarse en las fiestas de las ménades disfrazado de mujer, donde cuando vieron al intruso, a quien tomaron por un león,  fueron a atacarle. A pesar de los ruegos de Penteo y descubrirse ante su madre, la locura que poseía a ésta era tal, que lo descuartizaron y llevaron su cabeza como trofeo por toda la ciudad. Cuando volvió en sí, vio que realmente era su hijo y cayó en una profunda desesperación siendo desterrada ella y su familia de tierras tebanas. (Las Bacantes, Eurípides, 405 a.C.)

También en Argos no fue reconocido como dios, ante lo cual enloqueció a todas las mujeres que creían que eran vacas e iban mugiendo por las calles e incluso llegaban a comerse a sus propios hijos de su propio seno.
 Las hijas del rey Orcome, también le rechazaron, y aunque intentó persuadirles primeramente bajo la forma de un atractivo joven, al no poder conseguirlo, se transformó en toro, en león, y finalmente en pantera. Esto las enloqueció,  y una de ellas llegó a destrozar a su hijo. Dioniso las convirtió a una en ratón, a otra en lechuza y a la última en búho 

Su viaje al Hades

Terminada la aventura del dios, ya podía ocupar su lugar en el Olimpo. Hestia le cedió para siempre el suyo, en aquel círculo restringido de los doce grandes dioses. Ya confirmado como divinidad, Dioniso no olvidó a su pobre madre, la infeliz Sémele y descendió en su busca a los infiernos, para rescatarla del reino de Hades y hacerla disfrutar en la eternidad de lo que en vida se le había negado. Para conseguirlo, atravesó el lago de Lerna, que se creía que se dirigía directamente al infierno. Pidió ayuda a un tal Polimno, y quiso compensarle al volver, pero no pudo pues murió, y Dioniso dejó su bastón en su tumba. En el infierno, Dioniso rogó a Hades que dejara marchar a su madre, y aceptó a cambio del mirto, una de sus plantas predilectas. De ahí, que los iniciados en los misterios dionisíacos se coronaran la frente con mirto. Dioniso volvió con su madre, quien se convirtió en la diosa Tione.  Regresó pues, a la gloria divina el hijo y su madre, no teniendo más remedio Hera que reconocer y soportar la derrota final, aceptando la presencia triunfal de Sémele a su lado, puesto que ya Dioniso estaba a su misma altura, en la cima del Olimpo.



miércoles, 22 de agosto de 2012

IO, LA BLANCA TERNERA

Ínaco, dios río de la Argólida, hijo de Océano y Tetis, deseaba que Zeus se fijara en su  hija Io. Para asegurarse de su éxito, pidió ayuda a Iinge (hija de Pan y Eco, diosa de los amores imposibles) que le ofreció un filtro de amor que en cuanto Zeus bebiera haría que el dios se prendara y enamorase perdidamente de Io. Cuando llegó el momento, Zeus lo bebió gustoso y enseguida hizo su efecto. 


Hera, siempre vigilante, vio reunidos a su esposo Zeus, Io e Iinge y enseguida comprendió que había pasado. Transformó a Iinge en un pájaro, el aguanieves y al verlo Zeus supo que Hera ya sabía de su aventura, y para proteger a Io la transformó en una ternera blanquísima.

Tal belleza despertaba el animal, que Hera enseguida sospechó que se trataba de la amante de Zeus, y le pidió al dios la donación de tan la hermosa ternerita. Para evitar desairarla, y muy a su pesar, Zeus accedió.



Hera, segura de la fidelidad de Argo, le pidió que vigilase aquella ternera sin descanso. Mientras cincuenta ojos dormían, los cincuenta restantes permanecía abiertos y vigilantes. La ató a un árbol en Nemea, para asegurarse que la vigilancia fuera constante.

Impaciente y desesperado por no poder estar con Io, Zeus envió a Hermes, a acabar con Argo. Hermes llegó volando y consiguió dormir al monstruo, que una vez cerró todos los ojos, aprovechó Hermes para decapitarlo y liberar así a Io. Hera, agradecida por su fidelidad, puso todos los ojos de Argos en el pavo real, y se convirtió desde ese momento en su fiel compañera.

Pero Hera no descansaba y envió contra la ternera un tábano que la picaba incesantemente, provocádole dolores tan profundos que solo el salvaje galopar le producía alivio. Así corrió y galopó durante mucho tiempo y sin descanso. Continuó sin detenerse hasta Egipto, y al pasar junto a Zeus, éste le acarició el lomo y en aquel instante recobró su forma. Al fin pudieron gozar de su amor, y tuvieron un hijo, Epafo. 

Hera no se rendía. Envió contra el pequeño a los Curetes, y lograron secuestrarlo. Aunque por poco tiempo, ya que Zeus los fulminó con su  rayo y el niño fue recuperado.

Al llegar a edad de casarse se unió a Menfis, con quien tuvo una larga descendencia.


ASTERIA RECHAZA A ZEUS

Asteria era una titánide, hija de Ceo y Febe, y además era hermana de Leto. Nació por sorpresa, de forma inesperada, sin gestación ni dolores. Nada hacía intuir su futuro nacimiento. Nació adulta. El dolor, la tristeza o la alegría jamás emanaron de ella, ni en ella encontraron lugar en que asentarse.
Las olas, en ese movimiento de ida y vuelta que en la arena de todas las playas se eternizan siempre, disminuían o borraban las huellas que unos pies descalzos dejaron en la arena. Asteria caminaba erguida y majestuosa.

Céfiro, viento del Oeste y mensajero de Afrodita, amparándose como siempre en la impunidad de lo invisible, con engañosa indiferencia movía las hendiduras de los transparentes tules que cubrían la piel de la diosa. Pero desde los cielos otros ojos también la observaban. Ojos divinos del único dios capaz de amontonar las nubes y dominar el rayo. Zeus sintió una gran atracción, una nueva pasión lo invadió. Una pasión sin confines, inaplazable y violenta. 

Zeus cruzó lo más rápidamente posible el espacio que separa el Olimpo de la tierra (según Hesíodo, si desde la mansión divina se lanzara un yunque de hierro al vacío tardaría nueve días y nueve noches en llegar a la tierra). Una vez alcanzó la tierra, se le acercó a Asteria, erguido, sonriente, con elegantes ademanes y paso de galán que aspira a no defraudar a su elegida, sin que en ningún momento menguara la altivez Omnipotente a que su rango obliga.

Pero Asteria no estaba dispuesta a entregarse, y su oposición fue tajante. No temía a las consecuencias y a pesar de la insistencia del dios supremo, no cedió y se mantuvo firme en su rechazo. Zeus no dejaba de intentarlo, sin embargo, cada vez que se aproximaba, sólo conseguía que la diosa esquiva acelerase el paso más y más para aumentar la distancia.

Cuando Asteria notó que las manos de Zeus iba a alcanzarle al fin, se sintió vencida, y utilizó sus poderes como diosa: se transformó en un ave, en una codorniz. Se dirigió al mar, pero no tardó en agotarse, y quedó flotando a merced de las olas violentas. 

Zeus decidió pronto su castigo. Asteria miraba hacia atrás temiendo el momento en que Zeus la fulminara con su rayo. Los ojos del dios, incisivos y fríos, continuaban atormentándola. Aquel mirar estático enardecía por momentos la trasformación. Poco a poco, fue extendiendo su enorme dimensión sobre las olas, y robándole espacio, aplastó al mar. Asteria terminó sus días como una isla empobrecida, desventurada, solitaria. Esta isla se llamó Ortigia, la isla de las codornices.



lunes, 6 de agosto de 2012

APOLO, DIOS DE LA MÚSICA Y LA POESÍA

 "¡Oh, Apolo! Te suplico que seas propicio a la paz, la larga vida y la salud de toda esta familia, y que seas igualmente propicio a la paz de mi hijo"




Apolo es considerado el dios de la Música y la Poesía, así como de las Artes Adivinatorias. Hermano gemelo de Ártemis, sus padres eran Zeus, soberano de los dioses, y Leto, hija de Titanes. Se cuenta que cuando Leto estaba encinta, Hera a causa de los celos había prohibido que en cualquier lugar de la tierra se le ofreciese asilo. Finalmente Delos, que hasta entones había sido una isla flotante y estéril, y que no tenía nada que temer de la cólera de la esposa de Zeus, consintió en darle acogida.

Los dolores del parto se prolongaron durante nueve días y nueve noches, todas las diosas acudieron a su lado salvo Hera y su hija Ilitía, diosa que ayudaba en los alumbramientos.  Ante los gritos desgarradores que profería la parturienta, el resto de las diosas prometieron a Hera un collar de oro y ámbar de nueve codos de longitud, si Ilitía podía ayudar a Leto durante el parto. Aunque a Hera le costó admitirlo, finalmente permitió que su hija llegara a la isla de Delos y auxiliara a la joven Titán.

La primera en venir al mundo fue Ártemis, que la trajo al pie de una palmera, y tan pronto como nació ayudó al alumbramiento de su hermano Apolo.

En el momento de nacer éste, unos cisnes sagrados dieron siete vueltas alrededor de la isla, pues era el séptimo mes de gestación de Leto. Zeus regaló a su hijo una mitra de oro, una lira y un carro al que Apolo unció los cisnes. Tetis le dio el néctar y la ambrosía y Teos cuidó de su infancia. Hefesto había forjado para el dios unas maravillosas flechas (Homero lo menciona siempre como el Flechador).
Como Zeus ordenara a Apolo que se presentara en Delfos, los cisnes le condujeron primero a su país, a orillas del Océano, más allá de los dominios del Viento del Norte, tierra de los llamados Hiperbóreos, que gozan siempre de un cielo purísimo y que consagraron al dios un culto que nunca terminaba. Allí se ejercitó el dios durante un año y después marchó a Delfos, donde llegó en medio del verano en medio de agasajos sin cuento. En memoria de su llegada se instituyeron en Delfos solemnes fiestas que conmemoraban la llegada de la estación de la luz y el calor, cuando la naturaleza estalla en una sinfonía de vida, y las cigarras y ruiseñores cantan con más alegría, mientras las cristalinas fuentes son solaz para los caminantes.



Apolo vs Pitón

En Delfos, Apolo tuvo pronto ocasión de estrenar las maravillosas flechas que le había regalado Hefesto y abatió con ellas, al monstruoso Pitón, terror de aquel lugar, el cual según la tradición había sido enviado por Hera para perseguir a Leto cuando todavía estaba encinta. En recuerdo de tal hazaña, o tal vez para aplacar la cólera de Hera, fundó unos juegos célebres, que derivados del monstruo pasaron a llamarse Juegos Píticos. Acto seguido Apolo se apoderó del Oráculo de Temis y recubrió su trípode con la piel de Pitón. Esta hazaña le valió que Zeus le reconociera como hijo legítimo y le colocara en el rango de dioses mayores,  concediéndole el imperio sobre la luz. El trípode consagrado por Apolo en Delfos se convirtió en uno de los emblemas del dios, y sentado sobre él la Pitia o Pitonisa pronunciaba sus oráculos, llegando a ser pronto el más famoso centro de adivinación.Los habitantes de Delfos celebraron con cánticos de triunfo la victoria del dios, y su toma de posesión del santuario. En honor de Apolo crearon el peán, un canto en su alabanza. Cada ocho años una solemne fiesta conmemoraba en Delfos el exterminio de Pitón y la purificación de Apolo en el valle de Tempe en Tesalia

Apolo vence a Pitón

Apolo y Dafne

En cierta ocasión, en la que Apolo atravesaba el país de los tesalios, siguiendo una partida de caza, divisó en las orillas del río Peneo a una joven extremadamente hermosa que respondía al nombre de Dafne. Esta muchacha era en realidad una ninfa que se entretenía en vagar por aquellos solitarios parajes y abatir a las fieras con sus flechas, cubriéndose con sus vistosas pieles.

La vista que aquella joven y esquiva hermosura conmovió el corazón del dios, pero en cuanto trató de acercarse a ella, Dafne huyó presurosa. Cuando el joven dios, estaba a punto de dar alcance a la ninfa, ésta exclamó, dejándose caer sobre el suelo: "¡Oh tierra, acógeme en tu seno, sálvame!"

Al terminar su invocación, sus miembros se distendieron con la rigidez de la muerte, sus cabellos se convirtieron en hojarasca y sus brazos en largas ramas, de sus pies brotaron raíces y su cabeza se convirtió en la frondosa copa de un árbol. Apolo se refugió bajo el gran laurel en que se había convertido la ninfa, mientras pensaba: "Dafne, tú serás de ahora en adelante mi árbol, el árbol del dios Apolo. Tus hojas coronarán mi cabeza y será el adorno de los valientes guerreros y de los triunfadores atletas, poetas y cantores".

Sobre este hermoso mito, escribió Garcilaso de la Vega un conocido soneto que dice así:


"A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ‘staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía 10
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!"



Apolo y Cirene


Cirene era la hija de Hipseo, rey de los lapitas, quien la engendró junto a la ninfa Clidánope.

Cirene renunció a las labores propias de las mujeres y se dedicó a vigilar los rebaños de su padre. En una ocasión en la que tuvo que lidiar contra un león, y ni siquiera utilizó en la refriega arma alguna. Apolo observaba la feroz lucha y vio cómo la ninfa logró matar al león. Llamó tanto la atención del dios que éste se enamoró de ella. Apolo espiaba a Cirene desde el Olimpo. Le gustaba verla cazar, perseguir animales, utilizar el arco. El telar y las tareas domésticas no eran para ella. Salía noche y día para encontrar animales cada vez más salvajes. 

Cirene se regocijaba con su virginidad y en lo inmaculado de su lecho. Apolo también… Pensó entonces el dios en buscar la forma en que Cirene no lamentara la pérdida de su doncellez. Eligió la forma de lobo. Pensó que de esa manera ambos tendrían más placer. Nunca olvidaron el primer encuentro. Apolo condujo después a Cirene a Libia, donde Afrodita la trasladaría a un palacio subterráneo. En aquella tierra Cirene encontraría animales salvajes para cazar. También le otorgó Apolo un cortejo de ninfas. 

Según otra versión, Apolo decidió seguir el consejo de un amigo centauro, y decidió subirla en su carro de oro yraptarla. Huyó con ella hasta el norte de África y, una vez en la región de Libia,regaló el dios Apolo a la cariñosa ninfa un terreno que, desde entonces, se denominaría la región de Cirene. Además, ambos tuvieron un hijo, Aristeo, al que sus padres confiarían a las Musas en el don de la profecía.

Aristeo


Desde muy niño fue educado por las Musas, quienes le enseñaron todo lo concerniente al arte de la predicción y de la adivinación; también le mostraron el poder curativo de las plantas y todos los lenitivos y remedios contra las diversas enfermedades. 

Más adelante, también las Ninfas colaboraron en la tarea de hacer de Aristeo un hombre de provecho. Merced a todo ello, conoció la técnica de la apicultura y las diferentes formas de cultivo de los olivos: además, le enseñaron los variados modos de cobrar piezas, con lo que se convirtió en un experto cazador y dominador de la práctica de la cinegética.


En cierta ocasión, Aristeo libró a los habitantes de las islas Cíclades de la terrible enfermedad de la peste. Mas, curiosamente, para esto no utilizó su sabiduría curativa, sino que, armándose de paciencia, cumplió diariamente con un ritual en honor de Zeus. El dios, agradecido, envió un viento fresco y bonancible a aquel lugar de desahucio y la terrible enfermedad se alejó para siempre de allí.

Apolo y Corónide

Corónide era hija de Flegias, rey de los lapias. Apolo se enamoró de ella un día que se estaba bañando en las aguas de un lago de Tesalia. En ausencia del dios, la joven se enamoró de Isquis, hijo de Élato, rey de Arcadia y le amó. Desesperado por el amor y los celos, Apolo atravesó con sus flechas el pecho de su infiel amante. Pero al verla, se arrepintió. Rindiendo honores fúnebres a la infortunada, arrancó vivo de sus entrañas a Asclepio (dios de la medicina), el hijo que el dios había engendrado con ella, en el mismo momento en que el cuerpo de Corónide empezaba a consumirse presa de las llamas. A continuación confió su custodia a Quirón, el sabio centauro, quien le enseñó el arte de elaborar remedios. En poco tiempo llegó a tener una gran habilidad y consiguió curar no sólo a los enfermos, sino resucitar a los muertos: en concreto, Glauco, Tíndaro e Hipólito le deben su retorno a la vida. Ante las quejas de Hades, que veía como Asclepio le quitaba sus súbditos, Zeus le fulminó con el rayo como castigo. Apolo, en venganza, mató a su vez  a los cíclopes, artesanos de los rayos. Zeus, en castigo, le exilió a la Tierra por una temporada.

Leucotoe

Otro de los amores de Apolo, fue Leucotoe, hija del rey persa Orcamo. Apolo, transformándose en la madre de la muchacha, consiguió sus própositos de conquista. Su hermana Clitia, celosa por no haber sido elegida por el dios para formar pareja, enteró al rey sobre este encuentro y furioso, ordenó enterrarla viva. 

"Con la noticia, el rey, loco de furor, ordena que Leucotoe sea enterrada viva y que sobre su cuerpo se acumule un enorme montón de arena" (Ovidio)

Apolo, quiso ayudar a su amada y por medio de sus rayos se dispuso a abrir rendijas en la arena que cubría el cuerpo de Leucotoe pero, a pesar de su poder, no logró devolverla a la vida.

La compasión de Apolo por su amada fue tal que se dispuso a ungir de néctar oloroso los despojos mortales y asegurar que tocarán en el cielo como si se hubieran convertido en una columna de quemado incienso

En cambio, el odio experimentado, a partir de ahora, por el dios, hacia la acusona Clitia, hará posible que Apolo la desprecia y la envíe un ejemplar castigo. Así lo relata Ovidio:
"Como el amor había sido la causa de la indiscreción de Clitia, Apolo jamás volvió a tener unión carnal con ella, y hasta la despreciaba cada día haciéndole saber sus amoríos. La ninfa Clitia no pudo sufrir tales desdenes. Miró al Sol con sus ojos clamorosos y tornóse lívida. Poco a poco sus pies se transformaron en tallo y su cuerpo violado en las flores olorosas de la violeta y del heliotropo"













domingo, 5 de agosto de 2012

POSEIDÓN, REY DEL MAR Y DE LAS AGUAS

"A Poseidón, el poderoso dios marino, le cantó;
Movedor de la tierra, y dios del infructuoso océano,
Sé benigno y con tu mano atenta
Ayuda a todos aquellos bajo tu terrible dominio"
                                 HOMERO


Es uno de los dioses olímpicos, hijo de Cronos y Rea, según el relato en que Zeus obliga a vomitar a su padre a los hijos que se había tragado, lógicamente tenía que ser mayor que Zeus, ya que éste fue el último de los vástagos que salvó a todos sus hermanos. Sin embargo, a medida que Zeus asentó su poder, por lo menos en el aspecto moral, Poseidón pasó a ser al igual que su hermano Hades, "un hermano menor", mientras que Zeus, debido a su importancia, se convirtió simbólicamente en el mayor de todos.

Poseidón, transformado en un dios marino, llegó a Grecia con las migraciones de los pueblos arios o indoeuropeos, que introdujeron la utilización del caballo en el mundo mediterráneo. Eso explica que en principio, fuera el dios de los caballos, por lo que se representa con un carro bélico tirado por hermosos corceles que pronto se convertirían en marinos cuando las nuevas leyendas le designaron estos dominios.

Construyó su magnífico palacio submarino de Ege, en Eubea. En sus espaciosas cuadras

Se narra que Poseidón, en la Titanomaquia, mandó la "escuadra olímpica" con tanto acierto que terminada la campaña al dios el tocó el gobiernos de los mares, sus costas y sus islas. Pero Poseidón no se contentó con el reparto y argumentó que Zeus se había quedado con la parte del león: el Cielo y la Tierra. Fue entonces cuando intentó destronarle espoleando los celos de Hera y el orgullo de Atenea, pero fracasó por la intervención del gigante Briareo. El Tonante (epíteto de Zeus) castigó a Poseidón desterrándole un año en la Tierra, y como cualquier mortal, obligándole a vivir ganándose el sustento cotidiano con su esfuerzo.

En la Tierra sirvió a las órdenes de Laomedonte, rey de Troya, hombre de carácter violento, ruin y embaucador, que le asignó la construcción de las murallas de la ciudad junto con Apolo, que por aquel entonces también estaba proscrito del Olimpo. Como al terminar el año ambos dioses exigieron el sueldo estipulado, el brutal monarca los expulsó a ambos con violencia. Poseidón entonces envió a la comarca un monstruo marino que hizo cundir el pánico entre los troyanos y Apolo, por su parte, mandó a un jabalí de enormes proporciones que terminó por asolar todo el país. El Oráculo predijo entonces que no terminarían las calamidades hasta que Laomedonte no entregara su hija al monstruo marino, exigen que el monarca rechazó. Por casualidad acertó a pasar por allí el ya famoso Heracles, que iba en busca de aventuras. El héroe dio muerte al monstruo al monstruo y salvó así a Hesione, pero entonces una vez más el mezquino Laomedonte se negó también a entregarle en pago los caballos divinos que poseía y que le había prometido. Heracles volvíó al frente de un ejército y, ayudado por Telamón, sitió y tomó Troya, dando muerte a Laomedonte y a toda su descendencia, excepto al joven Príamo, el único que había recriminado a su padre el incumplimiento de la promesa.


Es así como Poseidón juró entonces vengarse de Troya y así como Apolo dejó en paz a Priamo al subir al trono, comprendiendo que aunque ninguna culpa tenía del engaño de su antepasado, el rencoroso Poseidón no pararía hasta ver destruida la ciudad odiada.

AMORES Y DESCENDENCIA DE POSEIDON

Anfítrite, su legítima esposa

Poseidón, al igual que Zeus, tenía una esposa legítima, la diosa Anfítrite, la reina del mar, etimológicamente la que fluye en torno, la que rodea al mundo. Pertenece a las  Nereidas, las 50 hijas de Nereo y Doris. 

Cierto día, se hallaba Anfítrite bailando con sus hermanas nereidas en la isla de Naxos, ajena a la mirada de los dioses y los mortales. Había hecho votos de permanecer eternamente virgen, pero el Destino quiso que la viera Poseidón y la danza era tan excitante que el dios juró que no pararía hasta hacerla su esposa. Pero lo juró con una voz tan potente, que todos se enteraron, incluso la propia Anfítrite, la cual, asustada, abandonó la isla y se ocultó en las profundidades del Océano, más allá de las columnas de Heracles. 
Descubierta por los Delfines, fue conducida por ellos en un brillante cortejo y entonces sí consintió en ser su esposa. 

Poseidón, aunque totalmente enamorado de su esposa, también le era infiel, aunque Anfítrite no solía descargar su ira por los celos sobre sus amantes y sus hijos, ya que por mucho que Poseidón tuviera "un amor en cada puerto", siempre regresaba solícito a los brazos de su hermosa nereida.



Poseidón y Démeter

 Entre sus encuentros amorosos, podemos citar su relación de Démeter (diosa de la agricultura, y protectora del matrimonio y la ley sagrada) Poseidón la persiguió cuando aún ella conservaba su forma original de diosa-yegua, y ella lo rechazó huyendo y mezclándose con otros caballos, los del rey Oncos. Sin embargo, no pudo ocultar su origen divino y Poseidón transformado en semental la tomó y la cubrió. Démeter, furiosa, lavó su ira en el río Ladón. De esta unión nació Despoina, cuyo nombre no podía ser pronunciado fuera de los misterios de Eleusis, y un corcel de crines negras llamado Arión, el cual poseía el don de la palabra y la inmortalidad.


Poseidón y Medusa


Medusa, era una de las gorgonas, con la peculiaridad de que era la única mortal y la más bella de sus hermanas. Tan  hermosa era que su belleza deslumbró a Poseidón, quien decidió seducirla (según otras versiones, violarla) en el templo de Atenea. Al saber de lo que ocurrió en su templo, Atenea se enfureció, y así castigó a Medusa haciéndola igual a sus hermanas, quienes  eran simples monstruos desalmados, con manos metálicas y colmillos afilados, y unos ojos que emitían una luz tal, que quien los miraba directamente, quedaba petrificado. Pero además la belleza de su cabellera, despertó los celos de Afrodita, razón por la cual trasformó sus cabellos en serpientes, y la desterró a vivir en las tierras hiperbóreas.


Fuente: Mitología griega (Francesc L. Cardona) Editorial Olimpo // Diccionario de Mitología: dioses, héroes, mitos y leyendas (Marisa Belmonte y Margarita Burgueño) Editorial Libsa

sábado, 28 de julio de 2012

HERO Y LEANDRO, UNA BELLA HISTORIA DE AMOR

Hace mucho tiempo vivía en la antigua Grecia, en la ciudad de Sesto, junto al Peloponeso, una hermosa doncella llamada Hero, consagrada a Afrodita, admirada y cortejada por Apolo y Eros. Cierto día, hallándose ocupada en sus tareas de sacerdotisa en el templo de la diosa del Amor, vio al bello Leandro, que humildemente había acudido a llevar sus ofrendas al recinto sagrado. A partir de entonces el corazón de Hero latió sólo por Leandro, y éste, que también había sido cautivado por la doncella, le confesó su amor con la alegría de saberse correspondido. Leandro tenía su casa paterna en Abidos, población situada frente a la de su amante y cuyas dos orillas formaban el Helesponto (actual estrecho de los Dardanelos, en Turquía)

Pero como en tantas ocasiones ha ocurrido, los padres de ambos jóvenes se opusieron rotundamente al casamiento y sembraron el camino de dificultades. Finalmente, un día advirtieron muy seriamente a sus respectivos hijos que debían terminar su relación para siempre.

Sin embargo, tan fuerte fue el amor surgido entre ellos, que se rebelaron y ambos desobedecieron las recomendaciones de sus progenitores y lo planearon todo para seguir viéndose en secreto. Por medio de una linterna colocada en la ventana al caer la noche, Hero avisaba a Leandro que se encontraba en la orilla opuesta del estrecho, de que no había ningún peligro y que el camino estaba libre para poder ir a visitarla. Todos los días, en cuanto Leandro veía brillar la luz del farol a lo lejos en la ventana de su amada, se arrojaba ansioso al Helesponto y lo cruzaba a nado para poder reunirse con su queridísima Hero.

Hero


Así gozaron de su amor los dos jóvenes durante un tiempo. Una y otra vez Leandro desafiaba la muerte en las encrespadas olas del mar, animado por la dulce recompensa que solícita le esperaba no sin cierta angustia. Pocas horas de la noche podían permanecer unidos, por miedo a ser sorprendidos por los padres de Hero, y al momento que empezaba a rayar el alba, Leandro regresaba apesadumbrado a su casa, pero con la esperanza de que aquel corto espacio de tiempo volvería al día siguiente.

Hasta que una noche, se desencadenó un fuerte vendaval que hizo apagar la lámpara por la que se guiaba Leandro. El animoso joven, que hacía poco había iniciado la travesía, redobló sus esfuerzos con la esperanza de volver a ver a su amada. Pero no pudo superar las embravecidas olas, que finalmente acabaron con su vida.

Al día siguiente, Hero, angustiada, había acudido a la playa intentando recibir noticias de su amado, cuando una enorme ola lo trajo a la orilla, dejándolo a sus pies con el consiguiente terror de la muchacha. Hero, desesperada y desconsolada por su pérdida, ya que Leandro era todo para ella, decidió marchar en su busca, arrojándose a su vez a las turbulentas aguas que apenas se habían amansado.

Hero llorando la muerte de su amado, Leandro.

martes, 24 de julio de 2012

AFRODITA, LA DIOSA DEL AMOR Y LA BELLEZA

NACIMIENTO DE AFRODITA


La ‘surgida de la espuma’ Afrodita nació del mar, cerca de Pafos (Chipre) después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar.  
Era tan bella la diosa al surgir de las aguas, que las Nereidas y Tritones, y demás habitantes del mar acudieron presurosos a contemplarla, rodeando su concha nacarada, que era cuna y carro a la vez. Entonces el halago del aire puro, susurro del cielo azul, le arrancó un blando suspiro que repitió estremecido el universo. Las olas empezaron a mecerla dulcemente en caricias sin fin, el aire se hizo más leve y toda la naturaleza pareció regocijarse con la presencia de Afrodita.



Empujada la frágil concha por el Céfiro y empujada por el cortejo acuífero divino, Afrodita alcanzó primero Citera y luego la costa de la isla de Chipre. Entonces, salió de la concha desnuda por completo. Sus menudos pies acariciaban la arena de la playa, y como primera providencia cogió su hermosísima y larga cabellera y exprimió el agua salada que la empapaba.

Las Horas, distribuidoras de la lluvia, la recibieron en Chipre como reina y se ofrecieron para ser las preceptoras de la diosa del amor. Una se encargó de velar sus dulces sueños y de despertarla suavemente, otra le enseñó a adornarse con naturalidad para cautivar a inmortales y mortales, otra le trajo cada día las primicias de los frutos de la tierra, y las demás le enseñaron ternura, prudencia, bondad y sobre todo humanidad, porque Afrodita será quizá la más humana de todas las divinidades.

La fama, mensajera de Zeus, pregonó por todo el Olimpo las excelencias de la nueva diosa, y las divinidades masculinas por el deseo y las femeninas por malévola curiosidad quisieron conocer a la que había despertado tanta expectación. Las Horas perfumaron a su pupila, colocaron en su preciosa cabeza una inmarchitable guirnalda de flores y le dieron el célebre ceñidor con el cual todos los que la contemplaban caerían rendidos de amor. Afrodita surcó los aires y se presentó en el Olimpo acompañada de sus fieles servidores Eros (Amor) e Himeros (Deseo). 


La llegada de la diosa desbordó la expectación que había ocasionado y las aprobaciones entre los inmortales fueron unánimes. No así entre las demás diosas, que veían en la forastera una rival difícil de desbancar, en especial Hera y Atenea no pudieron evitar su inquietud y sus celos. El  deseo prendió entre los dioses y de las frases galantes pasaron al atrevimiento; todos querían poseer a Afrodita aunque fuera legalmente, es decir, casándose con ella. Incluso el propio Zeus se atrevió a susurrarle palabras de amor.... Zeus, viendo las pasiones que despertaba Afrodita y para evitar disputas por quién la poseía, decidió casarla con Hefesto.

NACIMIENTO DE ATENEA


La primera esposa de Zeus de carácter divino fue Metis, hija de Océano y Tetis, y encarnación de la Prudencia o la Sabiduría (y en mal sentido, de la Perfidia). Según algunos tratadistas, Metis sólo estuvo asociada a Zeus para el mejor gobierno del mundo. Sea como fuere, la relación debió ser muy íntima, ya que a pesar de los continuos rechazos de ésta a Zeus, finalmente quedó embarazada. Urano y Gea, llenos de envidia, anunciaron que si Metis daba a luz un hijo varón, éste un día destronaría a Zeus, como ya sucedió con Urano y Cronos.

El padre de los dioses no lo pensó dos veces, cogió a Metis y se la tragó con la criatura que llevaba en las entrañas, asumiendo Zeus toda su sabiduría y prudencia. Al llegar la hora del parto, un violentísimo dolor de cabeza atacó a Zeus. Tan atroz era el dolor que ordenó a Hefesto, encargado de forjar las armas divinas, que le propinase un hachazo en el punto donde le dolía. Inmediatamente obedeció, y de la brecha salió una joven adulta de serena belleza, completamente armada, lanzando jubilosos gritos de victoria y blandiendo una jabalina. Se trataba de Atenea, diosa de la inteligencia y del ingenio, protectora de los guerreros y más tarde patrona de Atenas.


domingo, 22 de julio de 2012

TIFÓN


En venganza por la destrucción de los gigantes, Gea yació con Tártaro y poco tiempo después, en la Cueva Coriciana de Cilicia, dio a luz a su hijo menor, Tifón, el monstruo más grande que jamás haya existido. Tifón era un ser monstruoso, más alto que cualquier montaña. De cintura hacia abajo estaba formado por serpientes. Sus brazos, al extenderlos, llegaban a centenares de leguas de distancia en cada direccion, y en lugar de manos tenía innumerables cabezas de serpientes. Poseía alas, y sus ojos despedían fuego y de su boca salían rocas inflamadas. Su cabeza de asno bestial tocaba las estrellas, sus enormes alas oscurecían el sol. Estaba lleno de ambición y la mayor de ellas era el dominio del mundo, razón por la cual, atacó el Olimpo.



Todos los dioses huyeron despavoridos, ocultándose bajo la forma de diversos animales. Solo Atenea y Zeus hicieron frente al monstruo. En el monte Casio se entabló una feroz contienda, que aunque parecía en principio que Zeus llevaba ventaja, finalmente Tifón consiguió arrancar al señor del Olimpo la  hoz con la que le atacaba y armado con ella, consiguió cortar los tendones a su oponente, dejándolo inmovilizado y sin fuerzas. Tifón entonces escondió los tendones en una piel de oso vigilada por Delfine, una hermana monstruo con cola de serpiente.

Cuando fue sabido por los dioses, todos quedaron consternados. Pero Hermes y Pan fueron secretamente a la cueva, donde Pan asustó a Delfine con un grito súbito y horrible, mientras Hermes sustraía hábilmente los tendones y volvía a colocarlos en los miembros de Zeus.

Zeus volvió al Olimpo, y montando en un carro tirado por caballos alados, persiguió una vez más al monstruo con sus rayos. Tifón había ido al monte Nisa, donde las tres Parcas le ofrecieron frutos efímeros, alegando que con ellos recobraría su vigor, aunque, en realidad le condenaron a una muerte cierta. Llegó al monte Hemo de Tracia, y levantando montañas enteras, las lanzó contra Zeus, quien interpuso sus rayo, de modo que rebotaban contra el monstruo causándole espantosas heridas. Los chorros de sangre de Tifón dieron su nombre al monte Hemo. El monstruo huyó a Sicilia, donde Zeus puso fin a la lucha al  arrojar sobre él el monte Etna, cuyo cráter vomita fuego hasta nuestros días.


LA BATALLA DE LOS GIGANTES

Zeus, es considerado el más importantes de los dioses del Olimpo, goza del máximo poder y es el responsable del orden y la justicia. Homero lo llegó a llamar "el Padre de los dioses y de los hombres" 

Tras la derrota de su padre Cronos, y la guerra contra los Titanes, Zeus tuvo que volver a luchar en un dificil enfrentamiento. Esta vez eran los Gigantes sus enemigos, que enfurecidos por haber confinado Zeus a sus hermanos los Titanes en el Tártaro, tramaron un ataque al Cielo. Eran hijos de la Madre Tierra (Gea)  nacidos en la ática Flegras y su  número alcanzaba veinticuatro. Sin previo aviso, tomaron rocas y teas y las lanzaron hacia arriba desde las cumbres de sus montañas, poniendo en peligro a los olímpicos. Hero profetizó que los gigantes no podrían ser muertos por ningún dios, sólo por un mortal con piel de león y sólo si éste encontraba antes que su enemigo la hierba de la invulnerabilidad que crecía en un lugar secreto de la tierra.

Zeus entonces consultó con Atenea, y la envió a buscar a Heracles, el mortal con piel de león a quien Hera se refería, al tiempo que prohibió a Eos, Selene y Helio que relucieran durante un tiempo. Con sólo la luz de las estrellas, Zeus recorrió a tientas la tierra y en la región a la que le dirigió Atenea encontró la hierba que llevó felizmente al Cielo. Los dioses ya podían luchar contra los gigantes. Heracles lanzó su primera flecha contra Alcioneo, el caudillo de los enemigos. Cayó a tierra, pero se levantó de ella vivificado, porque aquella era tierra natal de Flegras. Heracles entonces lo tomó a cuestas y lo arrastró hasta el otro lado de la frontera, donde ahí sí pudo matarlo con una gran maza.

Luego Porfirión saltó al Cielo desde la gran pirámide de rocas que habían amontonado los gigantes, y  ninguno de los dioses logró mantenerse firme. Sólo Atenea adoptó una actitud defensiva. Pasando a toda prisa por su lado, Porfirión se lanzó contra Hera, a la que trató de estrangular, pero herido en el hígado por una flecha oportuna disparada por el arco de Eros, cambió su ira por lujuria y rasgó la magnífica túnica de Hera. Zeus, al ver que su esposa iba a ser ultrajada, corrió a la lucha con una ira celosa y derribó a Porfirión con un rayo. Volvió a levantarse, pero Heracles, que regresaba a Flegras en aquel preciso momento, lo hirió mortalmente con una flecha. Entretanto, Efialtes había vencido a Ares, obligándole a arrollidarse ante él, pero Apolo lo hirió en el ojo izquierdo, y llamó a Heracles, quien inmediatamente, le clavó otra flecha en el derecho. Así murió Efialtes. Y así, cada vez que un dios hería a un gigante, era Heracles quien le asestaba el golpe mortal.



Viendo todo esto, los demás gigantes, desanimados, huyeron de vuelta a la tierra perseguidos por los olímpicos. Atenea lanzó un gran proyectil contra Encelado, quien quedó aplastado y se convirtió en la isla de Sicilia. Y Poseidón arrancó una parte de la isla de Cos con su tridente y la arrojó contra Polibotes, esto se convirtió en la cercana islita de Nisiros, bajo la cual yace enterrado el gigante.

Una última resistencia tuvo lugar en Batos, cerca de la arcadia trapezunte, donde la tierra todavía abrasa y los labradores desentierran a veces huesos de gigantes.




sábado, 21 de julio de 2012

HEFESTO, DIOS DE LA FRAGUA

Hefesto, hijo de Zeus y Hera, es el dios del fuego y la forja, de los herreros, artesanos, escultores, metales y metalurgia. Pero Hefesto no tuvo un nacimiento que pudiera decirse feliz. Nació bastante feo, lisiado y cojo. Se dijo incluso, que al verlo Hera, le pareció tan feo que lo tiró del Olimpo, y estuvo cayendo durante nueve días y noches hasta llegar al mar, donde fue recogido y cuidado en la isla de Lemnos por la nereida Tetis (madre de Aquiles) y la oceánide Eurínome, y allí creció hasta convertirse en un maestro artesano.

En venganza, Hefesto elaboró un trono mágico de diamante que envió como regalo a Hera. Cuando se sentó en él, quedó atrapada, incapaz de levantarse. Los demás dioses rogaron a Hefesto volver al Olimpo, para liberarla, pero él se negaba, enfadado aún de su salvaje expulsión del Olimpo. Finalmente, acabó accediendo aunque no sin severas condiciones, una de las cuales fue contraer matrimonio con Afrodita, la diosa del Amor.


Hefesto y Afrodita
Hefesto estaba feliz por haberse casado con la diosa de la belleza y el amor, y forjó para ella un hermoso cinturón que la hacía incluso más irresistible para los hombres. En secreto, Afrodita se entregaba a Ares, el dios de la guerra.

Tres hijos dio Afrodita a Ares: Fobos (miedo) , Deimos (terror)  y Harmonía (diosa de la armonia y concordia). Los tres pasaron por ser hijos de Hefesto, que no se enteraba de nada. Hasta que un día, los amantes se quedaron demasiado tiempo en el lecho del palacio de Ares en Tracia, y Helios, al levantarse, los vio gozando placenteramente y fue rápidamente a avisar al marido.

Por una vez, Hefesto se retiró airado a su fragua, y a golpes de martillo forjó una red de caza de bronce, fina como una telaraña, pero irrompible, que ató a los postes y lados del tálamo conyugal y cuyos hilos resultaban invisibles hasta para el ojo de los inmortales. Su esposa, que había regresado muy contenta, explicó a Hefesto, mintiéndole, que había estado ocupada en Corinto y entonces éste le dijo que tenía que hacer un viaje a la isla de Lemnos con objeto de descansar de tan pesados trabajos....
Afrodita, sin la más mínima sospecha, dejó a su esposo alejarse y entonces avisó a Ares de que tenía el campo libre.

Voló el dios del casco aúreo junto a su amada y tomándola entre sus brazos, expresó así sus impetuosos deseos: "¡Oh diosa que yo adoro! Entreguemos nuestros corazones al placer del amor, pues Hefesto te ha abandonado prefiriendo descansar lejos de ti"


Encuentro amoroso entre Ares y Afrodita
La diosa, abrasada por la pasión, cedió a su ruego y, cuando más entusiasmados se hallaban, la trampa se cerró sobre ellos y los dejó estrechamente abrazados sin poder realizar ningún movimiento. Avisado por Helio, volvió Hefesto, y tras sorprender a su presa, llamó a todos sus compañeros celestiales para que fueran testigos de su deshonor. Después prometió no dar la libertad a los dos amantes hasta que le devolviesen los valiosos regalos con que había pagado a Zeus, padre adoptivo de la diosa. Los dioses llegaron pronto, pero el pudor detuvo a las diosas....

Ares y Afrodita atrapados en la red
Al ver las redes, una risotada general conmovió los cielos y estalló sin fin entre el grupo de afortunados inmortales. Unos a otros se decían: "Las mentiras tienen pronto o tarde consecuencia fatal; la lentitud triunfa de la ligereza.Así el cojo Hefesto, con su arte y astucia, ha sorprendido a Ares, el más ágil de los dioses del Olimpo. Ares no tiene más remedio que pagar su maldad..." Sin embargo, Apolo, tocando disimuladamente a Hermes con el codo, le preguntó: "¿No te gustaría estar en el lugar de Ares, a pesar de la red?" A lo que Hermes contestó: ¡Oh vergüenza, digna de envidia! Multiplicad todavía estas innumerables ligaduras, que todos los dioses y diosas del Olimpo rodeen este lecho y que pase yo la noche entera en los brazos de la rubia Afrodita"

Esta contestación hizo prorrumpir nuevas carcajadas entre los dioses, pero Zeus, que estaba tan disgustado que se negó a devolver los regalos de boda o a intervenir en una disputa vulgar entre marido y una esposa, manifestó que el castigo de Hefesto le había parecido bien,  pero que había hecho una tontería hacer público el asunto (y él tenía mucha experiencia...)

Poseidón, que al ver el cuerpo desnudo de Afrodita se había enamorado de ella, ocultó sus celos de Ares y simuló que simpatizaba con Hefesto: "Puesto que Zeus se niega a ayudar, yo me encargo de que Ares, como precio por su libertad, pague el equivalente de los regalos de la boda en cuestión".


"Todo está muy bien -replicó Hefesto acremente-, pero si Ares no cumple, tú tendrás que ocupar su lugar bajo la red"  "¿En compañía de Afrodita? dijo Apolo riendo. "Yo no puedo creer que Ares no cumplirá, pero si así fuera, yo estoy dispuesto a pagar la deuda y casarme yo mismo con Afrodita, si ésta fuera repudiada"


Finalmente, Hefesto que estaba locamente enamorado de su esposa, accedió en romper con su mano la red maravillosa. Libres de estos lazos que parecían indestructibles -según Homero- los dos amantes volaron por los espacios, avergonzados, huyendo del Olimpo y de las miradas burlonas de sus compañeros. Ares se refugió en su querida Tracia y Afrodita volvió a Chipre, donde las Gracias la condujeron al baño sagrado y allí renovó como siempre su virginidad. Acto seguido, derramaron sobre ella un perfume celeste que aumentaba la belleza de los inmortales y la adornaron con nuevos y hermosos vestidos, y así ataviada pudo lanzarse de nuevo a la conquista....