domingo, 22 de julio de 2012

LA BATALLA DE LOS GIGANTES

Zeus, es considerado el más importantes de los dioses del Olimpo, goza del máximo poder y es el responsable del orden y la justicia. Homero lo llegó a llamar "el Padre de los dioses y de los hombres" 

Tras la derrota de su padre Cronos, y la guerra contra los Titanes, Zeus tuvo que volver a luchar en un dificil enfrentamiento. Esta vez eran los Gigantes sus enemigos, que enfurecidos por haber confinado Zeus a sus hermanos los Titanes en el Tártaro, tramaron un ataque al Cielo. Eran hijos de la Madre Tierra (Gea)  nacidos en la ática Flegras y su  número alcanzaba veinticuatro. Sin previo aviso, tomaron rocas y teas y las lanzaron hacia arriba desde las cumbres de sus montañas, poniendo en peligro a los olímpicos. Hero profetizó que los gigantes no podrían ser muertos por ningún dios, sólo por un mortal con piel de león y sólo si éste encontraba antes que su enemigo la hierba de la invulnerabilidad que crecía en un lugar secreto de la tierra.

Zeus entonces consultó con Atenea, y la envió a buscar a Heracles, el mortal con piel de león a quien Hera se refería, al tiempo que prohibió a Eos, Selene y Helio que relucieran durante un tiempo. Con sólo la luz de las estrellas, Zeus recorrió a tientas la tierra y en la región a la que le dirigió Atenea encontró la hierba que llevó felizmente al Cielo. Los dioses ya podían luchar contra los gigantes. Heracles lanzó su primera flecha contra Alcioneo, el caudillo de los enemigos. Cayó a tierra, pero se levantó de ella vivificado, porque aquella era tierra natal de Flegras. Heracles entonces lo tomó a cuestas y lo arrastró hasta el otro lado de la frontera, donde ahí sí pudo matarlo con una gran maza.

Luego Porfirión saltó al Cielo desde la gran pirámide de rocas que habían amontonado los gigantes, y  ninguno de los dioses logró mantenerse firme. Sólo Atenea adoptó una actitud defensiva. Pasando a toda prisa por su lado, Porfirión se lanzó contra Hera, a la que trató de estrangular, pero herido en el hígado por una flecha oportuna disparada por el arco de Eros, cambió su ira por lujuria y rasgó la magnífica túnica de Hera. Zeus, al ver que su esposa iba a ser ultrajada, corrió a la lucha con una ira celosa y derribó a Porfirión con un rayo. Volvió a levantarse, pero Heracles, que regresaba a Flegras en aquel preciso momento, lo hirió mortalmente con una flecha. Entretanto, Efialtes había vencido a Ares, obligándole a arrollidarse ante él, pero Apolo lo hirió en el ojo izquierdo, y llamó a Heracles, quien inmediatamente, le clavó otra flecha en el derecho. Así murió Efialtes. Y así, cada vez que un dios hería a un gigante, era Heracles quien le asestaba el golpe mortal.



Viendo todo esto, los demás gigantes, desanimados, huyeron de vuelta a la tierra perseguidos por los olímpicos. Atenea lanzó un gran proyectil contra Encelado, quien quedó aplastado y se convirtió en la isla de Sicilia. Y Poseidón arrancó una parte de la isla de Cos con su tridente y la arrojó contra Polibotes, esto se convirtió en la cercana islita de Nisiros, bajo la cual yace enterrado el gigante.

Una última resistencia tuvo lugar en Batos, cerca de la arcadia trapezunte, donde la tierra todavía abrasa y los labradores desentierran a veces huesos de gigantes.




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