lunes, 6 de agosto de 2012

APOLO, DIOS DE LA MÚSICA Y LA POESÍA

 "¡Oh, Apolo! Te suplico que seas propicio a la paz, la larga vida y la salud de toda esta familia, y que seas igualmente propicio a la paz de mi hijo"




Apolo es considerado el dios de la Música y la Poesía, así como de las Artes Adivinatorias. Hermano gemelo de Ártemis, sus padres eran Zeus, soberano de los dioses, y Leto, hija de Titanes. Se cuenta que cuando Leto estaba encinta, Hera a causa de los celos había prohibido que en cualquier lugar de la tierra se le ofreciese asilo. Finalmente Delos, que hasta entones había sido una isla flotante y estéril, y que no tenía nada que temer de la cólera de la esposa de Zeus, consintió en darle acogida.

Los dolores del parto se prolongaron durante nueve días y nueve noches, todas las diosas acudieron a su lado salvo Hera y su hija Ilitía, diosa que ayudaba en los alumbramientos.  Ante los gritos desgarradores que profería la parturienta, el resto de las diosas prometieron a Hera un collar de oro y ámbar de nueve codos de longitud, si Ilitía podía ayudar a Leto durante el parto. Aunque a Hera le costó admitirlo, finalmente permitió que su hija llegara a la isla de Delos y auxiliara a la joven Titán.

La primera en venir al mundo fue Ártemis, que la trajo al pie de una palmera, y tan pronto como nació ayudó al alumbramiento de su hermano Apolo.

En el momento de nacer éste, unos cisnes sagrados dieron siete vueltas alrededor de la isla, pues era el séptimo mes de gestación de Leto. Zeus regaló a su hijo una mitra de oro, una lira y un carro al que Apolo unció los cisnes. Tetis le dio el néctar y la ambrosía y Teos cuidó de su infancia. Hefesto había forjado para el dios unas maravillosas flechas (Homero lo menciona siempre como el Flechador).
Como Zeus ordenara a Apolo que se presentara en Delfos, los cisnes le condujeron primero a su país, a orillas del Océano, más allá de los dominios del Viento del Norte, tierra de los llamados Hiperbóreos, que gozan siempre de un cielo purísimo y que consagraron al dios un culto que nunca terminaba. Allí se ejercitó el dios durante un año y después marchó a Delfos, donde llegó en medio del verano en medio de agasajos sin cuento. En memoria de su llegada se instituyeron en Delfos solemnes fiestas que conmemoraban la llegada de la estación de la luz y el calor, cuando la naturaleza estalla en una sinfonía de vida, y las cigarras y ruiseñores cantan con más alegría, mientras las cristalinas fuentes son solaz para los caminantes.



Apolo vs Pitón

En Delfos, Apolo tuvo pronto ocasión de estrenar las maravillosas flechas que le había regalado Hefesto y abatió con ellas, al monstruoso Pitón, terror de aquel lugar, el cual según la tradición había sido enviado por Hera para perseguir a Leto cuando todavía estaba encinta. En recuerdo de tal hazaña, o tal vez para aplacar la cólera de Hera, fundó unos juegos célebres, que derivados del monstruo pasaron a llamarse Juegos Píticos. Acto seguido Apolo se apoderó del Oráculo de Temis y recubrió su trípode con la piel de Pitón. Esta hazaña le valió que Zeus le reconociera como hijo legítimo y le colocara en el rango de dioses mayores,  concediéndole el imperio sobre la luz. El trípode consagrado por Apolo en Delfos se convirtió en uno de los emblemas del dios, y sentado sobre él la Pitia o Pitonisa pronunciaba sus oráculos, llegando a ser pronto el más famoso centro de adivinación.Los habitantes de Delfos celebraron con cánticos de triunfo la victoria del dios, y su toma de posesión del santuario. En honor de Apolo crearon el peán, un canto en su alabanza. Cada ocho años una solemne fiesta conmemoraba en Delfos el exterminio de Pitón y la purificación de Apolo en el valle de Tempe en Tesalia

Apolo vence a Pitón

Apolo y Dafne

En cierta ocasión, en la que Apolo atravesaba el país de los tesalios, siguiendo una partida de caza, divisó en las orillas del río Peneo a una joven extremadamente hermosa que respondía al nombre de Dafne. Esta muchacha era en realidad una ninfa que se entretenía en vagar por aquellos solitarios parajes y abatir a las fieras con sus flechas, cubriéndose con sus vistosas pieles.

La vista que aquella joven y esquiva hermosura conmovió el corazón del dios, pero en cuanto trató de acercarse a ella, Dafne huyó presurosa. Cuando el joven dios, estaba a punto de dar alcance a la ninfa, ésta exclamó, dejándose caer sobre el suelo: "¡Oh tierra, acógeme en tu seno, sálvame!"

Al terminar su invocación, sus miembros se distendieron con la rigidez de la muerte, sus cabellos se convirtieron en hojarasca y sus brazos en largas ramas, de sus pies brotaron raíces y su cabeza se convirtió en la frondosa copa de un árbol. Apolo se refugió bajo el gran laurel en que se había convertido la ninfa, mientras pensaba: "Dafne, tú serás de ahora en adelante mi árbol, el árbol del dios Apolo. Tus hojas coronarán mi cabeza y será el adorno de los valientes guerreros y de los triunfadores atletas, poetas y cantores".

Sobre este hermoso mito, escribió Garcilaso de la Vega un conocido soneto que dice así:


"A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ‘staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía 10
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!"



Apolo y Cirene


Cirene era la hija de Hipseo, rey de los lapitas, quien la engendró junto a la ninfa Clidánope.

Cirene renunció a las labores propias de las mujeres y se dedicó a vigilar los rebaños de su padre. En una ocasión en la que tuvo que lidiar contra un león, y ni siquiera utilizó en la refriega arma alguna. Apolo observaba la feroz lucha y vio cómo la ninfa logró matar al león. Llamó tanto la atención del dios que éste se enamoró de ella. Apolo espiaba a Cirene desde el Olimpo. Le gustaba verla cazar, perseguir animales, utilizar el arco. El telar y las tareas domésticas no eran para ella. Salía noche y día para encontrar animales cada vez más salvajes. 

Cirene se regocijaba con su virginidad y en lo inmaculado de su lecho. Apolo también… Pensó entonces el dios en buscar la forma en que Cirene no lamentara la pérdida de su doncellez. Eligió la forma de lobo. Pensó que de esa manera ambos tendrían más placer. Nunca olvidaron el primer encuentro. Apolo condujo después a Cirene a Libia, donde Afrodita la trasladaría a un palacio subterráneo. En aquella tierra Cirene encontraría animales salvajes para cazar. También le otorgó Apolo un cortejo de ninfas. 

Según otra versión, Apolo decidió seguir el consejo de un amigo centauro, y decidió subirla en su carro de oro yraptarla. Huyó con ella hasta el norte de África y, una vez en la región de Libia,regaló el dios Apolo a la cariñosa ninfa un terreno que, desde entonces, se denominaría la región de Cirene. Además, ambos tuvieron un hijo, Aristeo, al que sus padres confiarían a las Musas en el don de la profecía.

Aristeo


Desde muy niño fue educado por las Musas, quienes le enseñaron todo lo concerniente al arte de la predicción y de la adivinación; también le mostraron el poder curativo de las plantas y todos los lenitivos y remedios contra las diversas enfermedades. 

Más adelante, también las Ninfas colaboraron en la tarea de hacer de Aristeo un hombre de provecho. Merced a todo ello, conoció la técnica de la apicultura y las diferentes formas de cultivo de los olivos: además, le enseñaron los variados modos de cobrar piezas, con lo que se convirtió en un experto cazador y dominador de la práctica de la cinegética.


En cierta ocasión, Aristeo libró a los habitantes de las islas Cíclades de la terrible enfermedad de la peste. Mas, curiosamente, para esto no utilizó su sabiduría curativa, sino que, armándose de paciencia, cumplió diariamente con un ritual en honor de Zeus. El dios, agradecido, envió un viento fresco y bonancible a aquel lugar de desahucio y la terrible enfermedad se alejó para siempre de allí.

Apolo y Corónide

Corónide era hija de Flegias, rey de los lapias. Apolo se enamoró de ella un día que se estaba bañando en las aguas de un lago de Tesalia. En ausencia del dios, la joven se enamoró de Isquis, hijo de Élato, rey de Arcadia y le amó. Desesperado por el amor y los celos, Apolo atravesó con sus flechas el pecho de su infiel amante. Pero al verla, se arrepintió. Rindiendo honores fúnebres a la infortunada, arrancó vivo de sus entrañas a Asclepio (dios de la medicina), el hijo que el dios había engendrado con ella, en el mismo momento en que el cuerpo de Corónide empezaba a consumirse presa de las llamas. A continuación confió su custodia a Quirón, el sabio centauro, quien le enseñó el arte de elaborar remedios. En poco tiempo llegó a tener una gran habilidad y consiguió curar no sólo a los enfermos, sino resucitar a los muertos: en concreto, Glauco, Tíndaro e Hipólito le deben su retorno a la vida. Ante las quejas de Hades, que veía como Asclepio le quitaba sus súbditos, Zeus le fulminó con el rayo como castigo. Apolo, en venganza, mató a su vez  a los cíclopes, artesanos de los rayos. Zeus, en castigo, le exilió a la Tierra por una temporada.

Leucotoe

Otro de los amores de Apolo, fue Leucotoe, hija del rey persa Orcamo. Apolo, transformándose en la madre de la muchacha, consiguió sus própositos de conquista. Su hermana Clitia, celosa por no haber sido elegida por el dios para formar pareja, enteró al rey sobre este encuentro y furioso, ordenó enterrarla viva. 

"Con la noticia, el rey, loco de furor, ordena que Leucotoe sea enterrada viva y que sobre su cuerpo se acumule un enorme montón de arena" (Ovidio)

Apolo, quiso ayudar a su amada y por medio de sus rayos se dispuso a abrir rendijas en la arena que cubría el cuerpo de Leucotoe pero, a pesar de su poder, no logró devolverla a la vida.

La compasión de Apolo por su amada fue tal que se dispuso a ungir de néctar oloroso los despojos mortales y asegurar que tocarán en el cielo como si se hubieran convertido en una columna de quemado incienso

En cambio, el odio experimentado, a partir de ahora, por el dios, hacia la acusona Clitia, hará posible que Apolo la desprecia y la envíe un ejemplar castigo. Así lo relata Ovidio:
"Como el amor había sido la causa de la indiscreción de Clitia, Apolo jamás volvió a tener unión carnal con ella, y hasta la despreciaba cada día haciéndole saber sus amoríos. La ninfa Clitia no pudo sufrir tales desdenes. Miró al Sol con sus ojos clamorosos y tornóse lívida. Poco a poco sus pies se transformaron en tallo y su cuerpo violado en las flores olorosas de la violeta y del heliotropo"













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