sábado, 28 de julio de 2012

HERO Y LEANDRO, UNA BELLA HISTORIA DE AMOR

Hace mucho tiempo vivía en la antigua Grecia, en la ciudad de Sesto, junto al Peloponeso, una hermosa doncella llamada Hero, consagrada a Afrodita, admirada y cortejada por Apolo y Eros. Cierto día, hallándose ocupada en sus tareas de sacerdotisa en el templo de la diosa del Amor, vio al bello Leandro, que humildemente había acudido a llevar sus ofrendas al recinto sagrado. A partir de entonces el corazón de Hero latió sólo por Leandro, y éste, que también había sido cautivado por la doncella, le confesó su amor con la alegría de saberse correspondido. Leandro tenía su casa paterna en Abidos, población situada frente a la de su amante y cuyas dos orillas formaban el Helesponto (actual estrecho de los Dardanelos, en Turquía)

Pero como en tantas ocasiones ha ocurrido, los padres de ambos jóvenes se opusieron rotundamente al casamiento y sembraron el camino de dificultades. Finalmente, un día advirtieron muy seriamente a sus respectivos hijos que debían terminar su relación para siempre.

Sin embargo, tan fuerte fue el amor surgido entre ellos, que se rebelaron y ambos desobedecieron las recomendaciones de sus progenitores y lo planearon todo para seguir viéndose en secreto. Por medio de una linterna colocada en la ventana al caer la noche, Hero avisaba a Leandro que se encontraba en la orilla opuesta del estrecho, de que no había ningún peligro y que el camino estaba libre para poder ir a visitarla. Todos los días, en cuanto Leandro veía brillar la luz del farol a lo lejos en la ventana de su amada, se arrojaba ansioso al Helesponto y lo cruzaba a nado para poder reunirse con su queridísima Hero.

Hero


Así gozaron de su amor los dos jóvenes durante un tiempo. Una y otra vez Leandro desafiaba la muerte en las encrespadas olas del mar, animado por la dulce recompensa que solícita le esperaba no sin cierta angustia. Pocas horas de la noche podían permanecer unidos, por miedo a ser sorprendidos por los padres de Hero, y al momento que empezaba a rayar el alba, Leandro regresaba apesadumbrado a su casa, pero con la esperanza de que aquel corto espacio de tiempo volvería al día siguiente.

Hasta que una noche, se desencadenó un fuerte vendaval que hizo apagar la lámpara por la que se guiaba Leandro. El animoso joven, que hacía poco había iniciado la travesía, redobló sus esfuerzos con la esperanza de volver a ver a su amada. Pero no pudo superar las embravecidas olas, que finalmente acabaron con su vida.

Al día siguiente, Hero, angustiada, había acudido a la playa intentando recibir noticias de su amado, cuando una enorme ola lo trajo a la orilla, dejándolo a sus pies con el consiguiente terror de la muchacha. Hero, desesperada y desconsolada por su pérdida, ya que Leandro era todo para ella, decidió marchar en su busca, arrojándose a su vez a las turbulentas aguas que apenas se habían amansado.

Hero llorando la muerte de su amado, Leandro.

martes, 24 de julio de 2012

AFRODITA, LA DIOSA DEL AMOR Y LA BELLEZA

NACIMIENTO DE AFRODITA


La ‘surgida de la espuma’ Afrodita nació del mar, cerca de Pafos (Chipre) después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar.  
Era tan bella la diosa al surgir de las aguas, que las Nereidas y Tritones, y demás habitantes del mar acudieron presurosos a contemplarla, rodeando su concha nacarada, que era cuna y carro a la vez. Entonces el halago del aire puro, susurro del cielo azul, le arrancó un blando suspiro que repitió estremecido el universo. Las olas empezaron a mecerla dulcemente en caricias sin fin, el aire se hizo más leve y toda la naturaleza pareció regocijarse con la presencia de Afrodita.



Empujada la frágil concha por el Céfiro y empujada por el cortejo acuífero divino, Afrodita alcanzó primero Citera y luego la costa de la isla de Chipre. Entonces, salió de la concha desnuda por completo. Sus menudos pies acariciaban la arena de la playa, y como primera providencia cogió su hermosísima y larga cabellera y exprimió el agua salada que la empapaba.

Las Horas, distribuidoras de la lluvia, la recibieron en Chipre como reina y se ofrecieron para ser las preceptoras de la diosa del amor. Una se encargó de velar sus dulces sueños y de despertarla suavemente, otra le enseñó a adornarse con naturalidad para cautivar a inmortales y mortales, otra le trajo cada día las primicias de los frutos de la tierra, y las demás le enseñaron ternura, prudencia, bondad y sobre todo humanidad, porque Afrodita será quizá la más humana de todas las divinidades.

La fama, mensajera de Zeus, pregonó por todo el Olimpo las excelencias de la nueva diosa, y las divinidades masculinas por el deseo y las femeninas por malévola curiosidad quisieron conocer a la que había despertado tanta expectación. Las Horas perfumaron a su pupila, colocaron en su preciosa cabeza una inmarchitable guirnalda de flores y le dieron el célebre ceñidor con el cual todos los que la contemplaban caerían rendidos de amor. Afrodita surcó los aires y se presentó en el Olimpo acompañada de sus fieles servidores Eros (Amor) e Himeros (Deseo). 


La llegada de la diosa desbordó la expectación que había ocasionado y las aprobaciones entre los inmortales fueron unánimes. No así entre las demás diosas, que veían en la forastera una rival difícil de desbancar, en especial Hera y Atenea no pudieron evitar su inquietud y sus celos. El  deseo prendió entre los dioses y de las frases galantes pasaron al atrevimiento; todos querían poseer a Afrodita aunque fuera legalmente, es decir, casándose con ella. Incluso el propio Zeus se atrevió a susurrarle palabras de amor.... Zeus, viendo las pasiones que despertaba Afrodita y para evitar disputas por quién la poseía, decidió casarla con Hefesto.

NACIMIENTO DE ATENEA


La primera esposa de Zeus de carácter divino fue Metis, hija de Océano y Tetis, y encarnación de la Prudencia o la Sabiduría (y en mal sentido, de la Perfidia). Según algunos tratadistas, Metis sólo estuvo asociada a Zeus para el mejor gobierno del mundo. Sea como fuere, la relación debió ser muy íntima, ya que a pesar de los continuos rechazos de ésta a Zeus, finalmente quedó embarazada. Urano y Gea, llenos de envidia, anunciaron que si Metis daba a luz un hijo varón, éste un día destronaría a Zeus, como ya sucedió con Urano y Cronos.

El padre de los dioses no lo pensó dos veces, cogió a Metis y se la tragó con la criatura que llevaba en las entrañas, asumiendo Zeus toda su sabiduría y prudencia. Al llegar la hora del parto, un violentísimo dolor de cabeza atacó a Zeus. Tan atroz era el dolor que ordenó a Hefesto, encargado de forjar las armas divinas, que le propinase un hachazo en el punto donde le dolía. Inmediatamente obedeció, y de la brecha salió una joven adulta de serena belleza, completamente armada, lanzando jubilosos gritos de victoria y blandiendo una jabalina. Se trataba de Atenea, diosa de la inteligencia y del ingenio, protectora de los guerreros y más tarde patrona de Atenas.


domingo, 22 de julio de 2012

TIFÓN


En venganza por la destrucción de los gigantes, Gea yació con Tártaro y poco tiempo después, en la Cueva Coriciana de Cilicia, dio a luz a su hijo menor, Tifón, el monstruo más grande que jamás haya existido. Tifón era un ser monstruoso, más alto que cualquier montaña. De cintura hacia abajo estaba formado por serpientes. Sus brazos, al extenderlos, llegaban a centenares de leguas de distancia en cada direccion, y en lugar de manos tenía innumerables cabezas de serpientes. Poseía alas, y sus ojos despedían fuego y de su boca salían rocas inflamadas. Su cabeza de asno bestial tocaba las estrellas, sus enormes alas oscurecían el sol. Estaba lleno de ambición y la mayor de ellas era el dominio del mundo, razón por la cual, atacó el Olimpo.



Todos los dioses huyeron despavoridos, ocultándose bajo la forma de diversos animales. Solo Atenea y Zeus hicieron frente al monstruo. En el monte Casio se entabló una feroz contienda, que aunque parecía en principio que Zeus llevaba ventaja, finalmente Tifón consiguió arrancar al señor del Olimpo la  hoz con la que le atacaba y armado con ella, consiguió cortar los tendones a su oponente, dejándolo inmovilizado y sin fuerzas. Tifón entonces escondió los tendones en una piel de oso vigilada por Delfine, una hermana monstruo con cola de serpiente.

Cuando fue sabido por los dioses, todos quedaron consternados. Pero Hermes y Pan fueron secretamente a la cueva, donde Pan asustó a Delfine con un grito súbito y horrible, mientras Hermes sustraía hábilmente los tendones y volvía a colocarlos en los miembros de Zeus.

Zeus volvió al Olimpo, y montando en un carro tirado por caballos alados, persiguió una vez más al monstruo con sus rayos. Tifón había ido al monte Nisa, donde las tres Parcas le ofrecieron frutos efímeros, alegando que con ellos recobraría su vigor, aunque, en realidad le condenaron a una muerte cierta. Llegó al monte Hemo de Tracia, y levantando montañas enteras, las lanzó contra Zeus, quien interpuso sus rayo, de modo que rebotaban contra el monstruo causándole espantosas heridas. Los chorros de sangre de Tifón dieron su nombre al monte Hemo. El monstruo huyó a Sicilia, donde Zeus puso fin a la lucha al  arrojar sobre él el monte Etna, cuyo cráter vomita fuego hasta nuestros días.


LA BATALLA DE LOS GIGANTES

Zeus, es considerado el más importantes de los dioses del Olimpo, goza del máximo poder y es el responsable del orden y la justicia. Homero lo llegó a llamar "el Padre de los dioses y de los hombres" 

Tras la derrota de su padre Cronos, y la guerra contra los Titanes, Zeus tuvo que volver a luchar en un dificil enfrentamiento. Esta vez eran los Gigantes sus enemigos, que enfurecidos por haber confinado Zeus a sus hermanos los Titanes en el Tártaro, tramaron un ataque al Cielo. Eran hijos de la Madre Tierra (Gea)  nacidos en la ática Flegras y su  número alcanzaba veinticuatro. Sin previo aviso, tomaron rocas y teas y las lanzaron hacia arriba desde las cumbres de sus montañas, poniendo en peligro a los olímpicos. Hero profetizó que los gigantes no podrían ser muertos por ningún dios, sólo por un mortal con piel de león y sólo si éste encontraba antes que su enemigo la hierba de la invulnerabilidad que crecía en un lugar secreto de la tierra.

Zeus entonces consultó con Atenea, y la envió a buscar a Heracles, el mortal con piel de león a quien Hera se refería, al tiempo que prohibió a Eos, Selene y Helio que relucieran durante un tiempo. Con sólo la luz de las estrellas, Zeus recorrió a tientas la tierra y en la región a la que le dirigió Atenea encontró la hierba que llevó felizmente al Cielo. Los dioses ya podían luchar contra los gigantes. Heracles lanzó su primera flecha contra Alcioneo, el caudillo de los enemigos. Cayó a tierra, pero se levantó de ella vivificado, porque aquella era tierra natal de Flegras. Heracles entonces lo tomó a cuestas y lo arrastró hasta el otro lado de la frontera, donde ahí sí pudo matarlo con una gran maza.

Luego Porfirión saltó al Cielo desde la gran pirámide de rocas que habían amontonado los gigantes, y  ninguno de los dioses logró mantenerse firme. Sólo Atenea adoptó una actitud defensiva. Pasando a toda prisa por su lado, Porfirión se lanzó contra Hera, a la que trató de estrangular, pero herido en el hígado por una flecha oportuna disparada por el arco de Eros, cambió su ira por lujuria y rasgó la magnífica túnica de Hera. Zeus, al ver que su esposa iba a ser ultrajada, corrió a la lucha con una ira celosa y derribó a Porfirión con un rayo. Volvió a levantarse, pero Heracles, que regresaba a Flegras en aquel preciso momento, lo hirió mortalmente con una flecha. Entretanto, Efialtes había vencido a Ares, obligándole a arrollidarse ante él, pero Apolo lo hirió en el ojo izquierdo, y llamó a Heracles, quien inmediatamente, le clavó otra flecha en el derecho. Así murió Efialtes. Y así, cada vez que un dios hería a un gigante, era Heracles quien le asestaba el golpe mortal.



Viendo todo esto, los demás gigantes, desanimados, huyeron de vuelta a la tierra perseguidos por los olímpicos. Atenea lanzó un gran proyectil contra Encelado, quien quedó aplastado y se convirtió en la isla de Sicilia. Y Poseidón arrancó una parte de la isla de Cos con su tridente y la arrojó contra Polibotes, esto se convirtió en la cercana islita de Nisiros, bajo la cual yace enterrado el gigante.

Una última resistencia tuvo lugar en Batos, cerca de la arcadia trapezunte, donde la tierra todavía abrasa y los labradores desentierran a veces huesos de gigantes.




sábado, 21 de julio de 2012

HEFESTO, DIOS DE LA FRAGUA

Hefesto, hijo de Zeus y Hera, es el dios del fuego y la forja, de los herreros, artesanos, escultores, metales y metalurgia. Pero Hefesto no tuvo un nacimiento que pudiera decirse feliz. Nació bastante feo, lisiado y cojo. Se dijo incluso, que al verlo Hera, le pareció tan feo que lo tiró del Olimpo, y estuvo cayendo durante nueve días y noches hasta llegar al mar, donde fue recogido y cuidado en la isla de Lemnos por la nereida Tetis (madre de Aquiles) y la oceánide Eurínome, y allí creció hasta convertirse en un maestro artesano.

En venganza, Hefesto elaboró un trono mágico de diamante que envió como regalo a Hera. Cuando se sentó en él, quedó atrapada, incapaz de levantarse. Los demás dioses rogaron a Hefesto volver al Olimpo, para liberarla, pero él se negaba, enfadado aún de su salvaje expulsión del Olimpo. Finalmente, acabó accediendo aunque no sin severas condiciones, una de las cuales fue contraer matrimonio con Afrodita, la diosa del Amor.


Hefesto y Afrodita
Hefesto estaba feliz por haberse casado con la diosa de la belleza y el amor, y forjó para ella un hermoso cinturón que la hacía incluso más irresistible para los hombres. En secreto, Afrodita se entregaba a Ares, el dios de la guerra.

Tres hijos dio Afrodita a Ares: Fobos (miedo) , Deimos (terror)  y Harmonía (diosa de la armonia y concordia). Los tres pasaron por ser hijos de Hefesto, que no se enteraba de nada. Hasta que un día, los amantes se quedaron demasiado tiempo en el lecho del palacio de Ares en Tracia, y Helios, al levantarse, los vio gozando placenteramente y fue rápidamente a avisar al marido.

Por una vez, Hefesto se retiró airado a su fragua, y a golpes de martillo forjó una red de caza de bronce, fina como una telaraña, pero irrompible, que ató a los postes y lados del tálamo conyugal y cuyos hilos resultaban invisibles hasta para el ojo de los inmortales. Su esposa, que había regresado muy contenta, explicó a Hefesto, mintiéndole, que había estado ocupada en Corinto y entonces éste le dijo que tenía que hacer un viaje a la isla de Lemnos con objeto de descansar de tan pesados trabajos....
Afrodita, sin la más mínima sospecha, dejó a su esposo alejarse y entonces avisó a Ares de que tenía el campo libre.

Voló el dios del casco aúreo junto a su amada y tomándola entre sus brazos, expresó así sus impetuosos deseos: "¡Oh diosa que yo adoro! Entreguemos nuestros corazones al placer del amor, pues Hefesto te ha abandonado prefiriendo descansar lejos de ti"


Encuentro amoroso entre Ares y Afrodita
La diosa, abrasada por la pasión, cedió a su ruego y, cuando más entusiasmados se hallaban, la trampa se cerró sobre ellos y los dejó estrechamente abrazados sin poder realizar ningún movimiento. Avisado por Helio, volvió Hefesto, y tras sorprender a su presa, llamó a todos sus compañeros celestiales para que fueran testigos de su deshonor. Después prometió no dar la libertad a los dos amantes hasta que le devolviesen los valiosos regalos con que había pagado a Zeus, padre adoptivo de la diosa. Los dioses llegaron pronto, pero el pudor detuvo a las diosas....

Ares y Afrodita atrapados en la red
Al ver las redes, una risotada general conmovió los cielos y estalló sin fin entre el grupo de afortunados inmortales. Unos a otros se decían: "Las mentiras tienen pronto o tarde consecuencia fatal; la lentitud triunfa de la ligereza.Así el cojo Hefesto, con su arte y astucia, ha sorprendido a Ares, el más ágil de los dioses del Olimpo. Ares no tiene más remedio que pagar su maldad..." Sin embargo, Apolo, tocando disimuladamente a Hermes con el codo, le preguntó: "¿No te gustaría estar en el lugar de Ares, a pesar de la red?" A lo que Hermes contestó: ¡Oh vergüenza, digna de envidia! Multiplicad todavía estas innumerables ligaduras, que todos los dioses y diosas del Olimpo rodeen este lecho y que pase yo la noche entera en los brazos de la rubia Afrodita"

Esta contestación hizo prorrumpir nuevas carcajadas entre los dioses, pero Zeus, que estaba tan disgustado que se negó a devolver los regalos de boda o a intervenir en una disputa vulgar entre marido y una esposa, manifestó que el castigo de Hefesto le había parecido bien,  pero que había hecho una tontería hacer público el asunto (y él tenía mucha experiencia...)

Poseidón, que al ver el cuerpo desnudo de Afrodita se había enamorado de ella, ocultó sus celos de Ares y simuló que simpatizaba con Hefesto: "Puesto que Zeus se niega a ayudar, yo me encargo de que Ares, como precio por su libertad, pague el equivalente de los regalos de la boda en cuestión".


"Todo está muy bien -replicó Hefesto acremente-, pero si Ares no cumple, tú tendrás que ocupar su lugar bajo la red"  "¿En compañía de Afrodita? dijo Apolo riendo. "Yo no puedo creer que Ares no cumplirá, pero si así fuera, yo estoy dispuesto a pagar la deuda y casarme yo mismo con Afrodita, si ésta fuera repudiada"


Finalmente, Hefesto que estaba locamente enamorado de su esposa, accedió en romper con su mano la red maravillosa. Libres de estos lazos que parecían indestructibles -según Homero- los dos amantes volaron por los espacios, avergonzados, huyendo del Olimpo y de las miradas burlonas de sus compañeros. Ares se refugió en su querida Tracia y Afrodita volvió a Chipre, donde las Gracias la condujeron al baño sagrado y allí renovó como siempre su virginidad. Acto seguido, derramaron sobre ella un perfume celeste que aumentaba la belleza de los inmortales y la adornaron con nuevos y hermosos vestidos, y así ataviada pudo lanzarse de nuevo a la conquista....






GUERRA ENTRE TITANES

Durante diez largos años los titanes estuvieron en guerra. Desde el alto cielo hasta el profundo Tártaro resonaba el fragor de la batalla.

Los Titanes y parte de sus hijos, eran más numerosos e imponentes por su furia y vigor que los seguidores de Zeus, quien ontaba en sus filas, además de sus hermanos, con la Oceánide Éstige y sus numerosos hijos. A cambio de su ayuda, Éstige recibió el privilegio de que los dioses juraran en su nombre, lo que daba al juramente un valor absoluto.

Zeus sopesó sus fuerzas y las contrarias, y decidió que debía buscar ayuda. Y entonces se acordó de los Cíclopes y los Centimanos, que seguían encarcelados en el Tártaro, olvidados por todos. Zeus bajó sigilosamente, cogió sus llaves y después de liberarles los fortaleció con comida y bebida divinas. Los Cíclopes entregaron a Zeus como agradecimiento el rayo; a Hades le dieron el casco de la oscuridad, y a Poseidón un tridente.

Los tres hermanos armados urdieron un plan para terminar rápidamente con la guerra, que se alargaba durante demasiado tiempo. Y así, Hades entró, sin ser visto, en presencia del retorcido Cronos para robar sus armas, mientras Poseidón le amenazaba con su tridente, desviando así su atención. Finalmente, Zeus hizo caer sobre él su terrible rayo. Mientras, los gigantes Centimanos arrojaban cientos de rocas contra el resto de los Titanes, que huyeron despavoridos.



Esta cruenta guerra de Titanes fue conocida con el nombre de Titanomaquia, en recuerdo a estos gigantes. De este modo Cronos, y todos los titanes que le habían seguido, fueron recluidos en el Tártaro y guardados allí por los gigantes Centímanos. Pero Atlas, por ser el cabecilla del grupo sublevado, recibió un castigo ejemplar: fue condenado a llevar sobre sus hombros el peso del mundo.

Atlas


viernes, 20 de julio de 2012

OTRA VERSIÓN SOBRE EL ORIGEN DE LOS DIOSES

DEL CAOS A LOS PRIMEROS DIOSES

Al principio del todo, no existía nada más que una masa confusa e informe sobre la que reinaba el Caos, que compartía su trono con Nyx, la oscura diosa de la noche, su consorte.
En la fatigante eternidad de su reinado, las dos deidades decidieron solicitar la ayuda de su hijos Erebo, la oscuridad. Lo primero que hizo fue destronar a Caos y unirse a su madre, con la que tuvo dos hijos: Eter (Luz) y Hemera (Día), los cuales, con el tiempo, destronaron a ambos y decidieron transformar el mundo caótico en algo bello, con la ayuda de Eros (Amor), el hijo que ambos habían engendrado. De la unión de ellos nacieron Gaea, o Gea (Tierra) y Pontos (Mar)

Hemera (El Día)
Nix (La Noche)


De este modo, Eros embelleció a Gea con exuberante naturaleza, bella y salvaje, y ella correspondió creando a Urano (Cielo). Y sucedió que al ser estos dos últimos más poderosos que sus predecesores, les forzaron a marcharse y reinaron en su lugar.

Poco tiempo después, Urano y Gea engendraron una extensa descendencia: doce TITANES (seis hembras y seis macho): Océano, Coeus, Crius, Hiperión, Yapeto, Cronos, Ilia, Rea, Tetis, Temis, Mnemosine y Feba. Los titanes eran seres gigantescos y tan poderosos que Urano los odiaba, pues temía correr la misma suerte que sus predecesores. Para evitar esto precisamente, los fue arrojando poco después de su nacimiento al fondo de un abismo profundo y oscuro, el Tártaro.

Después de los doce Titanes, Gea y Urano engendraron tres CÍCLOPES: Brontes (Trueno), Esteroges (Relámpago) y Arges (Relámpago difuso), y tres HECATÓNQUIROS o Centimanos: Cottus, Briareo y Gies. Los cíclopes eran seres fabulosos y se caracterizaban por tener un solo ojo en el centro de la frente. Los Hecantóquiros, sin embargo, eran gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas. Todos ellos fueron arrojados a las profundidades del Tártaro, junto a sus hermanos los Titanes.

Pero Gea, no era de igual opinión. Se sentía ultrajada por el trato que habían recibido sus hijos, y por ello juró venganza. Tras descender al Tártaro, urgió a los Titanes, que eran los más inteligentes de sus hijos, para conspirar contra Urano, su padre, y destronarle. Los Titanes la escucharon recelosos, pero ninguno, excepto Cronos (Tiempo), el más joven y osado tuvo el valor de seguir las indicaciones de su madre.

De este modo, Cronos tomó la guadaña (símbolo de la muerte) que Gea le ofreció y, sorprendiendo a Urano mientras dormía, lo castró, sujetando sus genitales con la mano izquierda (que desde entonces se consideró de mal agüero) , y luego los lanzó, junto con la guadaña, cerca del cabo Drépano. Sin embargo, no pudo evitar que tres gotas de sangre cayeran sobre Madre Tierra, pariendo ésta a las tres Erinias, o Furias, que se vengan de los crímenes de parricidio y perjurio

Erinias acosando a Orestes después de matar a su padre

Enfurecido por semejante ultraje, Urano maldijo a Cronos, profetizando que a él también le llegaría el día en que un hijo suyo lo destronase.

Cronos decidió liberar sólo a sus hermanos los Titanes, y se unió a su hermana Rea. En un acto ecuánime decidió repartir el gobierno del mundo con sus hermanos; así, por ejemplo, a Océano le otorgó el dominio de las grandes masas de agua (que adoptó el nombre del mismo); a Tetis, el dominio de los ríos; a Hiperión, el Sol y a Feba, la Luna (ambos astros, se creía, eran transportados por carros)

En los días de prosperidad, los Titanes contrajeron matrimonio entre ellos. Océano se esposó con Tetis y tuvieron unas 3000 Oceánides, de las cuales fueron famosas Eurínome, Metis, Dione y Clímene. Esta última se casó con Yápeto, o Japeto, y tuvieron a Atlas, Menecio, Prometeo y Epimeteo, quienes llegaron a ser prominentes figuras de la mitología griega; Hiperión e Ilía, o Tía, tuvieron a Helios, el Sol; a Selene, la Luna y a Eos, la Aurora.

Eos, la Aurora

La paz de este reino se rompió con la llegada de la descendencia del dios supremo. Cronos, temeroso al recordar las palabras de su padre, decidió acabar con ellos. así nada más nacer, los engullía enteros, ante el horror y la impotencia de Rea, pues sus súplicas y lamentos no sirvieron para hacerle cambiar de opinión.

Cuando ésta quedó encinta por sexta vez, decidió que había llegado el momento de actuar, así que resolvió engañar a su marido y hermano. Cuando éste le pidió que le entregara al pequeño retoño, ella, astutamente envolvió una gran piedra en los pañales del bebé y se la entregó sollozando. Cronos la engulló con avidez, sin ni tan siquiera mirarla, yéndose satisfecho. Entonces Rea, que sabía que no podía criar al niño sin que Cronos se percatase, confió el cuidado de éste, a que puso Zeus, a las Ninfas Melianas: Adrastea e Io, las cuales le escondieron en una cueva del monte Ida. Allí se crió junto a Pan, que se convirtió en su hermano adoptivo, y ambos fueron amamantados por la  cabra Amaltea, que con el tiempo se le concedió como recompensa un lugar en el cielo para formar una constelación.

Para evitar que los llantos del infante fueran oídos por Cronos, las Curetes, que era las sacerdotisas de Rea, golpeaban sus armas profiriendo gritos penetrantes y danzando mientras entonaban toscas canciones de batalla, ahogando el ruido del llanto. 

Las Curetes, evitando que los llantos de Zeus sean escuchados.
Zeus llegó a la edad viril entre los pastores de Ida. Y llegó el día en que Zeus cumplió la profecía, y ayudado por Rea y Metis, hija de Océano, tomó por sorpresa a su progenitor y lo atacó, alzándose con la victoria. Luego lo forzó a tomar una pócima vomitiva, elaborada por Metis, por medio de la cual Cronos vomitó primero la piedra y después todos los hijos engullidos, uno por uno: Poseidón, Hades, Démeter, Hestia y Hera. 
Zeus, al igual que su predecesor, dotó a sus hermanos y hermanas de una porción justa de su nuevo reino, y se instaló en el Olimpo, la montaña más alta que encontró. Pero sólo los Titanes más sabios -Mnemosine, Temis, Océano e Hiperión- se sometieron al nuevo soberano. Los demás nombraron a Atlas, hijo de Japeto, como jefe de los Titanes opuestos a Zeus, pues las fuerzas de Cronos comenzaban a flaquear. Fue así como comenzó la primera guerra de los tiempos, una guerra civil que enfrentó a hermanos contra hermanos.

Zeus



jueves, 19 de julio de 2012

EL ORIGEN DEL MUNDO Y LOS DIOSES, SEGÚN HESÍODO.

En primer lugar existió el Caos. Después Gea (la Tierra) la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. Por último, Eros (el Amor), el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad de sus pechos.


Del Caos surgieron Érebo (las Tinieblas) y la negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbro preñada en contacto amoroso con Érebo.

Gea alumbró primero el estrellado Urano (el Cielo) con sus mismas proporciones, para que lo contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio luz a las grandes montañas, deliciosa morada de las diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto (el mar), sin mediar el grato comercio.

Luego, acostada con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemósine, a Febe de áurea corona y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre.

Dio a luz además a los Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, (pero en medio de su frente había un solo ojo) Cíclopes era su nombre por eponimia (sobrenombre), ya que, efectivamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la fuerza y los recursos presidían sus actos.


También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabeza de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.

Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los retenía a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba cínicamente con su malvada acción.
La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior y urdió una cruel artimaña. Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo en su corazón:
"¡Hijos míos y de soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje de vuestro padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones."
Así habló y lógicamente un temor los dominó a todos y ninguno de ellos se atrevió a hablar. Mas el poderoso Cronos, de mente retorcida, armado de valor, al punto respondió con estas palabras a su prudente madre:
"Madre, yo podría, lo prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones"
Así hablo. La monstruosa Gea se alegró mucho en su corazón y le apostó secretamente en emboscada. Puso en sus manos una hoz de agudos dientes y disimuló perfectamente la trampa.
Vino el poderoso Urano conduciendo la noche, se echó sobre la tierra ansioso de amor y se extendió por todas partes. El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y luego apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó por ventura por detrás 



(Fragmento de "Teogonía" de Hesíodo)