martes, 24 de julio de 2012

AFRODITA, LA DIOSA DEL AMOR Y LA BELLEZA

NACIMIENTO DE AFRODITA


La ‘surgida de la espuma’ Afrodita nació del mar, cerca de Pafos (Chipre) después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar.  
Era tan bella la diosa al surgir de las aguas, que las Nereidas y Tritones, y demás habitantes del mar acudieron presurosos a contemplarla, rodeando su concha nacarada, que era cuna y carro a la vez. Entonces el halago del aire puro, susurro del cielo azul, le arrancó un blando suspiro que repitió estremecido el universo. Las olas empezaron a mecerla dulcemente en caricias sin fin, el aire se hizo más leve y toda la naturaleza pareció regocijarse con la presencia de Afrodita.



Empujada la frágil concha por el Céfiro y empujada por el cortejo acuífero divino, Afrodita alcanzó primero Citera y luego la costa de la isla de Chipre. Entonces, salió de la concha desnuda por completo. Sus menudos pies acariciaban la arena de la playa, y como primera providencia cogió su hermosísima y larga cabellera y exprimió el agua salada que la empapaba.

Las Horas, distribuidoras de la lluvia, la recibieron en Chipre como reina y se ofrecieron para ser las preceptoras de la diosa del amor. Una se encargó de velar sus dulces sueños y de despertarla suavemente, otra le enseñó a adornarse con naturalidad para cautivar a inmortales y mortales, otra le trajo cada día las primicias de los frutos de la tierra, y las demás le enseñaron ternura, prudencia, bondad y sobre todo humanidad, porque Afrodita será quizá la más humana de todas las divinidades.

La fama, mensajera de Zeus, pregonó por todo el Olimpo las excelencias de la nueva diosa, y las divinidades masculinas por el deseo y las femeninas por malévola curiosidad quisieron conocer a la que había despertado tanta expectación. Las Horas perfumaron a su pupila, colocaron en su preciosa cabeza una inmarchitable guirnalda de flores y le dieron el célebre ceñidor con el cual todos los que la contemplaban caerían rendidos de amor. Afrodita surcó los aires y se presentó en el Olimpo acompañada de sus fieles servidores Eros (Amor) e Himeros (Deseo). 


La llegada de la diosa desbordó la expectación que había ocasionado y las aprobaciones entre los inmortales fueron unánimes. No así entre las demás diosas, que veían en la forastera una rival difícil de desbancar, en especial Hera y Atenea no pudieron evitar su inquietud y sus celos. El  deseo prendió entre los dioses y de las frases galantes pasaron al atrevimiento; todos querían poseer a Afrodita aunque fuera legalmente, es decir, casándose con ella. Incluso el propio Zeus se atrevió a susurrarle palabras de amor.... Zeus, viendo las pasiones que despertaba Afrodita y para evitar disputas por quién la poseía, decidió casarla con Hefesto.

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