NACIMIENTO DE AFRODITA
La ‘surgida de la espuma’ Afrodita nació del mar, cerca de Pafos (Chipre) después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar.
Era tan bella la diosa al surgir de las aguas, que las Nereidas y Tritones, y demás habitantes del mar acudieron presurosos a contemplarla, rodeando su concha nacarada, que era cuna y carro a la vez. Entonces el halago del aire puro, susurro del cielo azul, le arrancó un blando suspiro que repitió estremecido el universo. Las olas empezaron a mecerla dulcemente en caricias sin fin, el aire se hizo más leve y toda la naturaleza pareció regocijarse con la presencia de Afrodita.
La ‘surgida de la espuma’ Afrodita nació del mar, cerca de Pafos (Chipre) después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar.
Era tan bella la diosa al surgir de las aguas, que las Nereidas y Tritones, y demás habitantes del mar acudieron presurosos a contemplarla, rodeando su concha nacarada, que era cuna y carro a la vez. Entonces el halago del aire puro, susurro del cielo azul, le arrancó un blando suspiro que repitió estremecido el universo. Las olas empezaron a mecerla dulcemente en caricias sin fin, el aire se hizo más leve y toda la naturaleza pareció regocijarse con la presencia de Afrodita.
Empujada la frágil concha por el Céfiro y empujada por el cortejo acuífero divino, Afrodita alcanzó primero Citera y luego la costa de la isla de Chipre. Entonces, salió de la concha desnuda por completo. Sus menudos pies acariciaban la arena de la playa, y como primera providencia cogió su hermosísima y larga cabellera y exprimió el agua salada que la empapaba.
Las Horas, distribuidoras de la lluvia, la recibieron en Chipre como reina y se ofrecieron para ser las preceptoras de la diosa del amor. Una se encargó de velar sus dulces sueños y de despertarla suavemente, otra le enseñó a adornarse con naturalidad para cautivar a inmortales y mortales, otra le trajo cada día las primicias de los frutos de la tierra, y las demás le enseñaron ternura, prudencia, bondad y sobre todo humanidad, porque Afrodita será quizá la más humana de todas las divinidades.
La fama, mensajera de Zeus, pregonó por todo el Olimpo las excelencias de la nueva diosa, y las divinidades masculinas por el deseo y las femeninas por malévola curiosidad quisieron conocer a la que había despertado tanta expectación. Las Horas perfumaron a su pupila, colocaron en su preciosa cabeza una inmarchitable guirnalda de flores y le dieron el célebre ceñidor con el cual todos los que la contemplaban caerían rendidos de amor. Afrodita surcó los aires y se presentó en el Olimpo acompañada de sus fieles servidores Eros (Amor) e Himeros (Deseo).
La llegada de la diosa desbordó la expectación que había ocasionado y las aprobaciones entre los inmortales fueron unánimes. No así entre las demás diosas, que veían en la forastera una rival difícil de desbancar, en especial Hera y Atenea no pudieron evitar su inquietud y sus celos. El deseo prendió entre los dioses y de las frases galantes pasaron al atrevimiento; todos querían poseer a Afrodita aunque fuera legalmente, es decir, casándose con ella. Incluso el propio Zeus se atrevió a susurrarle palabras de amor.... Zeus, viendo las pasiones que despertaba Afrodita y para evitar disputas por quién la poseía, decidió casarla con Hefesto.
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